Sevilla

Y Sevilla tuvo que ser

Numerosos vecinos de Sevilla se acercaron al Palacio de Dueñas para celebrar junto a la Duquesa este día tan especial. Canciones, disfraces y diversos souvenirs fueron los regalos
Numerosos vecinos de Sevilla se acercaron al Palacio de Dueñas para celebrar junto a la Duquesa este día tan especial. Canciones, disfraces y diversos souvenirs fueron los regaloslarazon

SEVILLA- Sevilla en estado puro, con sus inseparables tópicos. La calle Dueñas se convirtió ayer en una especie de circo bajo la lona azul de un cielo inmaculado. El tiempo incluso quiso regalarle a Doña Cayetana una mañana primaveral en el día de su boda cuando el calendario acaba de marcar el inicio del otoño. Nada hacía pensar que era un día laborable. La pequeña plazoleta donde se levanta el majestuoso palacio se llenó al completo varias horas antes del enlace, como si fueran a pasar las interminables filas de nazarenos de la cofradía de Los Gitanos. Pero el único cortejo que se abrió paso entre el gentío fue el de los Audis y Mercedes con cristales tintados en los que viajaban los invitados. Alrededor, estudiantes que habían hecho «rabona» con carteles que rezaban «¡Alfonso, esta noche a cumplir!», amas de casa enjoyadas, grupos de mujeres con pelucas, el incombustible «mocito feliz», parados, pensionistas... Es la otra cara de la ciudad, asediada por el desempleo y que olvida sus penas emborrachándose de jolgorio. Eva Cecilia lleva desde las diez y media de la mañana sentada en una silla de playa bajo el blasón ducal de los Alba. Luce vestido rojo y pamela. «Me parece muy bien que se case. Los hijos hacen su vida y ella también tiene derecho a hacer la suya. Yo hubiera hecho lo mismo», dice mientras el gentío llama «guapo» a Cayetano Rivera. Vicente Tarancón canta un pasodoble dedicado a la novia, junto a la pianista Irina y la violinista Esperanza. Sólo faltaba la cabra. «Esta canción es el regalo que le hacemos todos los españoles», dice arrogándose tan alto honor. «Es una persona entrañable. Además, es muy aficionada a los toros. Apunta: me parece muy mal que prohíban los toros en Cataluña». Un coro rociero comienza a entonar la «Salve» y aparece un doble del Rey Juan Carlos. Sevilla no tiene carnaval, ni falta que le hace. Dos mujeres portan sendas cestas con broches con la imagen de Cayetana hechos de corcho y algodón. Los venden a cinco euros. «Los hemos fabricado con arte y mucho ingenio. Tenemos hambre y hay que sobrevivir de alguna manera». Casi 200 periodistas cubren el evento venidos desde toda España e incluso desde Inglaterra y Alemania. «¿Esto cuándo sale?», fue la pregunta más repetida. La gente se cuela en las conexiones en directo y empuja a unos reporteros empapados en sudor. Algunos se desmayaron en plena faena. La fiebre ducal no tiene límites.