Noruega

El incierto destino de Utoya

Un año después de los atentados, los socialdemócratas dudan si volver a la isla o convertirla en un memorial

El incierto destino de Utoya
El incierto destino de Utoyalarazon

Un año después de sufrir la peor tragedia terrorista desde la ocupación nazi, Noruega recuerda hoy a las 77 víctimas de los atentados de Oslo y Utoya fiel a sus valores. En contra de lo que perseguía Anders Behring Breivik, los noruegos muestran mayor confianza en su sistema democrático y una actitud más positiva hacia la inmigración. Aún perplejos por lo sucedido, aguardan a que el 24 de agosto se conozca la sentencia al terrorista. Al mismo tiempo, el país nórdico ha abierto un debate sobre su capacidad para enfrentarse a la amenaza terrorista. Aunque en la calle no se advierte un ostensible aumento de la seguridad, sí se ha incrementado la protección de los dirigentes políticos y los edificios oficiales. A la espera de que el 13 de agosto se hagan públicas las conclusiones de una comisión de investigación creada por el Parlamento sobre el 22-J, el ministro de Justicia y la jefa de los Servicios Secretos han dimitido. Doce meses después de la tragedia, también permanece abierto el debate sobre el futuro uso de Utoya. A menos de 40 kilómetros de Oslo, la isla de apenas un kilómetro de extensión ha acogido durante medio siglo los campamentos de verano de las Juventudes Socialdemócratas (AUF), sus propietarios desde que tras la Segunda Guerra Mundial les fuera regalada por los sindicatos. Desde entonces, este pintoresco islote en el fiordo de Tyrifjorden ha servido a miles de adolescentes para disfrutar de las actividades deportivas y lúdicas propias de un campamento al mismo tiempo que discutían sobre política. En el bosque que se encuentra al sur de la isla, el discreto Camino del Amor ha sido testigo de no pocos enamoramientos adolescentes. El propio primer ministro, Jens Stoltenberg, se suele referir a Utoya como «el paraíso veraniego» de su juventud. Sin embargo, al líder socialdemócrata también le asalta la duda de si la isla debe recuperar la normalidad o si, por el contrario, debe reconvertirse en un gran memorial en honor de las 69 víctimas. «Puedo entender a aquellos que piensan que Utoya debería ser un lugar donde los jóvenes puedan todavía relacionarse políticamente y desarrollar nuestra democracia. Pero también comprendo a quienes quieren que Utoya se convierta en un lugar respetado en memoria de aquellos que perdieron la vida», explicó a la televisión pública NRK.

No ceder ante Breivik
Este dilema divide también a los miembros de las Juventudes Socialdemócratas, que este verano han trasladado su campus al norte de Noruega. Tras producirse la tragedia, comenzó a recaudarse dinero en todo el país para reconstruir las instalaciones, pero aún no está nada decidido. El presidente de las AUF, Eskil Pedersen, que apuesta por «recuperar» la isla y no ceder ante Breivik, pide que se permita a la organización decidir. Por ahora, sólo se ha derribado la cafetería, donde murieron trece jóvenes y se prevé levantar un monumento. En sintonía con Pedersen, un veterano dirigente del partido, Reiulf Steen, cree que sería un error abandonar Utoya. En declaraciones a la agencia de noticias NTB, Steen aseguró que el mejor homenaje a las víctimas es permitir que la isla sea el corazón de la vida política del país nórdico. En el mismo sentido se han pronunciado otros importantes dirigentes socialdemócratas, como Bjorn Tore Godal, ex ministro de Defensa y Asuntos Exteriores. En cambio, para otros militantes la vuelta a Utoya sería como «bailar sobre la tumba de las víctimas», como opina Bjorn Ihler, un activo miembro de las AUF. En un reciente artículo publicado en el diario «Aftenposten» el pasado mes, Ihler escribió que «las AUF deberían continuar organizando campamentos de verano y crear las más maravillosas aventuras para miles de jóvenes en los próximos años, pero no deberían celebrase en Utoya, una isla que ahora representa algo mucho más importante». En su opinión, la isla debe ser preservada tal y como está, con los agujeros de bala incluidos, como un «símbolo» para que los muertos descansen en paz. En el mismo sentido, el presidente del grupo de apoyo de los supervivientes, Per Sture Helland Pedersen, cree que «no podemos fingir que los asesinatos no ocurrieron» y defiende que toda la isla se convierta en un memorial de las 69 víctimas del odio de Breivik. En declaraciones a LA RAZÓN, el sociólogo Johan Galtung apuesta por conciliar ambas posiciones. «Yo diría que hay que continuar como antes para no dar esa victoria a Breivik y porque allí se han celebrado seminarios muy buenos. Pero también habría que levantar un memorial por las víctimas con un buen texto y los nombres de todos».


79 minutos de horror
1. Coche bombaUna explosión sacude el complejo ministerial en el centro de Oslo.
2. Primeros disparos Breivik se traslada a Utoya, donde hay un campamento de jóvenes socialdemócratas.
3. Disfrazado de policíaEl ultra se acerca a los jóvenes para explicarles cómo ha sido el atentado de Oslo.
4. Se desata el caos La isla se convierte en una trampa para los jóvenes, tiroteados sin piedad.
5. La ayuda no llega La Policía, que ya ha recibido las primeras llamadas, no tiene medios para ir a la isla.
6. La llamada de Breivik El asesino se pone en contacto con los agentes y les dice que es el jefe de los Templarios.
7. La detenciónUna hora después de que comenzara su matanza es detenido por la Policía.


¿Prisión o psiquiátrico?
Tras diez semanas de juicio, el tribunal que ha juzgado a Breivik decidirá el 24 de agosto si pasa los próximos años en prisión o en un psiquiátrico.