Moda

Y con él Dior resucitó

Es el fin de una era. El fin de los felices años Galliano «chez Dior».

Galliano en un desfile el 1 de octubre pasado
Galliano en un desfile el 1 de octubre pasadolarazon

En menos de una semana el diseñador británico ha pasado de ser el genio que sacó de su letargo a la prestigiosa Christian Dior, a convertirse en el enemigo número uno del mundo de la moda. Su adicción al alcohol era un secreto a voces, aunque aparentemente no una razón de peso para que la cotizada firma precipitara el fin de su contrato previsto para finales de este año. Pero sus recientes exabruptos de tintes racistas y antisemitas le han costado prematuramente el trono que durante quince años ha ocupado revisando y sacando lustre a un legado que recuperó en 1996 de manos de Gianfranco Ferré. Entonces el espíritu de Monsieur Dior dormía en formol. Galliano le propinó el electroshock que pedía a gritos. Una sacudida de creatividad sin límites, un gusto casi desmesurado por el espectáculo también, y fundamentalmente, un agudo sentido del marketing.


Ganancias millonarias
Las cifras son elocuentes. Las ventas de la división Christian Dior Couture se han multiplicado casi por cuatro en diez años y se han abierto casi doscientas tiendas propias. De los 300 millones que facturaban en 2000, el volumen de negocios ha pasado a 826 millones en 2010, una cantidad nada anodina para un grupo, LVMH, que mueve 20.300 millones al año. Su resultado operativo ha dado también un importante brinco en el último año, pasando de 13 a 39 millones de euros. Y, en buena parte, Galliano es el artífice de estos miríficos resultados. Haciendo de la pasarela un escenario-escaparate donde derrochar su excentricidad y crear una ilusión que después aplicaría, con una visión mucho más comercial, en el desarrollo de las otras líneas de la marca. De hecho, las colecciones que desfilan sobre los podios sólo representan e 15 % de las ventas de Dior mientras que los complementos –la auténtica mina de oro junto a los perfumes y la cosmética– suponen el 85 restante.

A su llegada, Galliano comprendió perfectamente la aldea global en la que nos adentrábamos. Era hora de democratizar el lujo. Con él llegaron los logos y las siglas visibles en forma de estampados, hebillas y bordados. Serigrafiado en camisetas –caras pero asequibles–, «Dior J'adore» se convirtió en el lema de una generación la «bling bling», obsesionada por la cultura de la ostentación, el «porno chic» y el acceso a un exclusivo mundo hasta entonces reservado únicamente a una clientela acaudalada. A falta de poder colgar un «Granville» del brazo –un clásico entre los bolsos de la casa–, las «fashion victims» menos afortunadas se sentirán realizadas perfumándose con sus fragancias o luciendo un llavero «made in Dior».

Porque el talento de Galliano, que a partir de 2003 asumió no sólo la creación de las colecciones femeninas sino también la imagen y la promoción de la marca, ha consistido en hacer de Dior un objeto de deseo a nivel mundial. Sabiéndose aliar con su amigo el fotógrafo Nick Knight en campañas publicitarias sensuales y provocativas, y convirtiendo a celebrities como Charlize Theron, Sharon Stone o Monica Bellucci en imagen de la firma. Aunque según el interesado: «Nunca soy provocador simplemente por serlo. Provoco para suscitar una emoción o un debate», declaraba en una entrevista a «Le Monde» en 2007.


Olvidado
Hoy, Bernard Arnault ya no quiere ni pronunciar el nombre del que durante años ha sido el rey midas de su marca fetiche y al que ha consentido muchos caprichos. El patrón del imperio del lujo LVMH, lo ha desterrado de su agenda. Antes se dejaban ver y fotografiar al inicio de cada desfile cual binomio triunfador. Esa instantánea ya es historia. Sin embargo, el multimillonario hombre de negocios le debe mucho al gibraltareño, algo punk y contestatario, que a mediados de los noventa desembarcaba con toda su extravagancia en una «maison» emblema del clasicismo y el buen gusto, pero algo polvorienta. Poco después convertía a la elegante «Lady Dior» en una mujer de su tiempo, «hardcore glamour», sexy y moderna, que en poco menos de una semana se ha quedado huérfana y que busca urgentemente un diseñador de cabecera.