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Rodríguez Adrados: «Lo peor de España son los nacionalismos»

Salvo excepcione,s la democracia es el régimen más aceptado por todos, capaz de derrocar dictaduras y el único que puede garantizar el cumplimiento de los derechos humanos. El profesor Rodríguez Adrados repasa en esta «Nueva historia de la democracia» su trayecto desde Solón hasta nuestros días; ensalza sus conquistas, y alerta de sus peligros

Rodríguez Adrados, en la nutrida biblioteca de su residencia madrileña
Rodríguez Adrados, en la nutrida biblioteca de su residencia madrileñalarazon

Ha añadido capítulos que complementan su primer volumen, en especial sobre España y el papel de la democracia en la historia reciente. «El mundo atraviesa un periodo peligroso», pero el resumen final «es de esperanza».

-¿Qué es la democracia? ¿Existe la perfecta?
-El gobierno del pueblo, pero ¿qué es el pueblo? Hay dos teorías: una que somos todos, y otra, el «demos» griego, la clase inferior. Dos extremos entre los que elegir. Cuando menos, se trata de un principio de igualdad: todos tenemos el «logos», parte de la razón. La democracia perfecta no existe, es un ideal hacia el que caminar.
-¿Qué diferencia hay entre la ateniense y las modernas?
-La base fundamental es la misma. Hay parecidos, como la politización de la justicia en ambas y el culto a la imagen. A veces se caía en la irracionalidad y en la violencia. Las modernas han derivado a un régimen de partidos políticos.
-¿En qué medida nos representan?
-Parcialmente. Se agarran al partido por razones concretas, hacen un programa que cumplen o no y se someten a consignas que, a veces, están por encima de sus ideas. Lo positivo es que al menos contribuyen a que los cambios políticos sean menos dramáticos.
-¿Cuáles son las reglas mínimas necesarias para que funcione?
-Son difíciles de definir: menos pasión, menos partidismo y más racionalidad. Menos intereses encubiertos y mirar más por el bien colectivo. Sus peores enemigos son los fanatismos y la radicalidad cuando llevan a la violencia, cuando poseídos de «la verdad» pueden acabar, incluso, en una guerra civil.
-En su «República» Platón habla de democracias corruptas que degeneran en tiranías, ¿cree que eso es posible ahora?
-Al menos en Europa, no. No existe clima para eso. Después de la caída del muro es muy difícil. En otros lugares del mundo, quizá sí. La incultura y los radicalismos favorecen las tiranías, pero incluso en ellas hay gente que se atreve a levantar la voz arriesgando su vida.
-Asociados a la democracia están los principios de libertad, igualdad, justicia… ¿Realmente somos todos iguales ante la ley?
-Suena bien, pero no es real. Clístenes, fundador de la democracia, trazó la isonomía, la igualdad legal ante la ley como esencia de la democracia y como limitación del poder del tirano, pero el poder y la economía son una gran desigualdad. Todos los poderes –políticos, económicos, religiosos…– manejan la publicidad, la propaganda, etc, para mantenerse. En cambio, la idea de libertad es ahora mayor que nunca.
-¿Qué papel juega la justicia en una democracia? ¿Puede haber democracia sin justicia?
-La ordenación legal es imprescindible, es la garantía para que funcione el principio de igualdad ante la ley. Es la diferencia entre la democracia y la dictadura El peligro es la politización de la justicia. Debe de haber disciplina y respeto y evitar colisiones con el poder político. Cuanta más independencia, más democracia.
-¿Cómo casan los idealismos (y todos los ismos) con la democracia?
-Tienen una parte buena porque tratan de sacarnos de aquello que nos oprime y trazan una línea para profundizar en la vida, pero cuando dejan de ser un ideal y se convierten en instrumento político resultan muy peligrosos, se convierten en fanáticos y han traído verdaderas masacres. ¿Cuántas veces se ha oprimido en nombre de la libertad? La historia está llena de ejemplos. El platonismo ya era peligroso. Platón, Marx y muchos otros son productos históricos. Al final acaban siendo opresivos: fascismo, comunismo, religiones como el budismo, el islamismo…, más que liberar son un sistema de opresión.
-A una democracia la pueden mejorar o empeorar sus políticos?
-Muchos llegan de forma idealista, pero después vienen las trampas del poder, el dinero, el ceder a las presiones y se acaba por hacer lo contrario de lo que se pensaba. Priman los intereses partidistas y esto crea climas, como en la Revolución francesa o las dos Españas, cada una con «la verdad·.
-¿Es lo mismo pueblo que masa? ¿Qué papel debe jugar el individuo en una democracia?
-Masa es el término que usaba Ortega y lo hacía en un sentido peyorativo, el individuo perdido en la masa, despersonalizado, atado por prejuicios y cadenas. La palabra pueblo se magnifica. El individuo debe dar la idea, contribuir al desarrollo pacífico. La clave es la lucha entre la sociedad y el individuo. Éste Tiene que aportar todas sus posibilidades, pero la sociedad actual es pasiva y egoísta, prima lo particular y un excesivo y vacío culto a la imagen.
-La democracia ha derrocado fascismos, comunismos y tiranías, pero hay reductos en los que democracia y derechos humanos quedan lejos. ¿Es optimista?
-La caída del muro no los tiró todos, quedan muchos: China, Cuba, África… El comunismo, bastantes religiones, el islamismo… son antidemocráticos. El socialismo, en cambio, se ha democratizado. Lo peor es que hay muchos lugares del mundo donde no se respetan los derechos humanos.
-¿Cree que los últimos movimientos en los países islámicos pueden desembocar en una democracia?
-Es difícil de saber. En otras épocas floreció una cultura importante, más abierta, y sucumbió. Dudo que acaben en democracias. Ya pasó en Irán, pero ahora ha influido internet, quizá ésa sea la diferencia.
-En nuestra democracia actual, ¿cómo se ha enfocado la educación?
-Fatal, en España ha sido un fracaso que ya empezó con Villar Palasí. En cambio quizá fue lo mejor de la República. Lo de ahora es simplismo. Bajar los niveles para evitar el fracaso está llevando a la incultura. El traspaso de competencias a las comunidades reinventa la historia y deja al ministro sin margen de maniobra. Son competencias que habría que recuperar, que sean las Academia Española y la de la Historia las que den fe de la verdad y la mentira históricas. La educación ha sido motivo para la demagogia, una medida populachera. Se rebajan las humanidades, que son la base de la cultura.
-¿Y los nacionalismos?
-Eso es lo peor de España. No se puede vivir con veinte parlamentos, televisiones autonómicas… es una ruina. No dudo que los problemas se ven mejor desde el lugar y que se ha avanzado en modernización, pero económicamente haría falta otro sistema.
-¿En qué momento estamos ahora? ¿Qué falta y qué le sobra?
-La historia de la democracia en España ha sido una historia maniquea, de batallas recíprocas entre las dos Españas. Hace falta un gran acuerdo nacional, marcha atrás en algunas competencias cedidas a las autonomías y fomentar bastante más la cultura.
-¿Qué futuro le presume a la democracia en España y en el mundo?
-A corto plazo soy pesimista, pero a la larga, optimista. España y el mundo han mejorado, no se puede perder la esperanza.