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El efecto gaseosa

La Razón
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Cuando todavía no ha pasado un mes desde el cambio de Gobierno, me parece que ha sido como el efecto gaseosa. Al abrir una botella de esta bebida, el líquido se dispara con una fuerza impresionante, que poco a poco va desapareciendo. También vale como ejemplo el efecto azucarillo. En resumidas cuentas, que el nuevo Ejecutivo está ya bastante quemado, incluso se podría decir que algunas de las que nos presentaron como sus estrellas se han abrasado. Por ejemplo, el nuevo hombre fuerte, Rubalcaba, al que el asunto del Sáhara está dejando muy tocado. Eso por no hablar de los problemas de coordinación y de comunicación que ya se han registrado entre diversos ministros en varios asuntos, y que también son competencia suya. Aunque conociendo al vicepresidente primero, hay que insistir en que puede renacer de sus cenizas en cualquier momento. Otra de las estrellas rutilantes del firmamento zapateril y del Gabinete es la ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, que también ha resultado muy tocada por lo que ha sucedido en El Aaiún y en las relaciones con nuestros vecinos del sur. El caso de Valeriano Gómez es otro buen ejemplo: la presentación de la reforma de las pensiones se va al mes de abril, en plena precampaña para las elecciones municipales y autonómicas, lo que retrasará todo el proceso y hará muy difícil que se pueda aprobar en esta Legislatura. Total, que tres de las estrellas del nuevo Gobierno se han estrellado ya. Las esperanzas que se habían abierto hace un mes se han evaporado en una gran parte. Eso por no hablar de la economía, que siguió en manos de Elena Salgado. Pero, insisto, el problema está en la cabeza y se llama Zapatero.