Francia

Pasteleo de votos por Luis del Val

La Razón
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Mientras Europa se hunde y el planeta avanza hacia un cambio de hegemonía que cambiará la historia y revolucionará la filosofía cultural sobre la que nos asentamos, los partidos políticos de derecha e izquierda pastelean con los votos y juegan al corto plazo de las próximas elecciones. Todos dicen que trabajan para hacernos más felices, pero no conciben que podamos ser dichosos con la ayuda y colaboración del contrincante político. Sarkozy puede ser el perdedor, y no es buena noticia para Francia, porque aunque Hollande no sea tan mentiroso como esos socialistas españoles que hasta el minuto después de finiquitado el partido falsearon las cifras del déficit, Hollande engaña por el retorno de un Estado del Bienestar que, sin permiso ni de la derecha ni de la izquierda occidental, se han cargado los chinos, cuando comenzaron a vender bragas a dos euros en París y en Madrid, las mismas bragas que nuestros voraces empresarios vendían a 30 euros, eso sí, con menor porcentaje de derivados del petróleo.

Esas bragas a bajo precio, fabricadas por semiesclavos sin seguridad social, han dinamitado una forma de vivir que creíamos tan eterna que hasta el último de la fila firmó una hipoteca para comprarse un bungalow, que le ha arruinado a él y a la caja de ahorros que le concedió la hipoteca. De esa prepotencia compradora se contagiaron los partidos políticos, que dijeron con loca alegría «¡papeles para todos!», y ahora enferma a la extrema derecha de los lepenistas que, en lugar de reflexionar sobre la situación, venden la vomitiva consigna de que si nos cargamos a los inmigrantes podremos solucionar nuestros problemas, precisamente en las mismas fechas en que se va a reeditar «Mi lucha», de Hitller, con el que los alemanes de los años 30 aprendieron que la solución consistía en suprimir judíos, comunistas y gitanos, por este orden.

La calidad de los profiteroles no se basa en su forma, ni siquiera en la nata con la que se rellenen, sino en la calidad de la pasta, y en esa etiología no pierde el tiempo ningún político. Sarkozy ganó las últimas elecciones con verdades tan sencillas como que deseaba una Francia donde los alumnos se levantaran al entrar el profesor en clase. Ahora, en cambio, acoquinado por las encuestas, pastelea con la inmigración a ver si se gana los votos de una extrema derecha que sueña con que los inmigrantes se marchen, olvidando que el culo de su padre lo limpia dos veces al día un inmigrante. El triunfo de Hollande puede ser perjudicial para Francia, y el de Sarkozy puede ser menos malo, pero lo grave es que el barco se hunde, y los que están en el puesto de mando no piensan en los pasajeros, sino en el pastel que tienen que confeccionar para que tanto los viajeros como los tripulantes les digan que ejerzan de capitanes, aunque sean capitanes de naufragio.