El derbi de Champions

Francia
Las labores de «mantenimiento» consisten en visitar los zulos para comprobar el estado de las armas y explosivos y ver si los «testigos» que dejan (para advertir si alguien ha hurgado en los agujeros) siguen en su sitio, etcétera. Si observan alguna anomalía, huyen; si se sienten seguros, cambian el zulo de lugar. Las armas suelen estar envueltas en plásticos precintados. Los expertos policiales han comprobado que este sistema funciona y los fusiles, pistolas y revólveres encontrados, estaban en perfecto estado, dispuestos para su uso. En el caso de los materiales para explosivos, ocurre lo mismo. El objetivo es que la humedad no estropee nada y, de hecho, los terroristas lo consiguen. Los recipientes de plástico, tipo «tupperware», son utilizados para guardar documentos o dispositivos electrónicos de pequeño tamaño, necesarios para la activación de las bombas.
Los trabajos de «mantenimiento» los realizan miembros del «aparato de logística» que, junto con los del «político», son los más activos dentro de la banda terrorista, dada la situación de alto el fuego.
Estos trabajos chocan frontalmente con las teorías que se difunden durante las últimas semanas, que pretenden hacer creer a la opinión pública que la banda va a desaparecer voluntariamente, fruto de su debilidad (gracias a la gestión del Gobierno socialista) y que Batasuna manda ahora sobre los pistoleros.
Desmentidas
Se trata de dos afirmaciones que la realidad de todos los días se ocupa de desmentir y que, según medios políticos, tienen como finalidad justificar la legalización de Bildu, cuestionada por la gran mayoría de la opinión pública.
La compra de materiales para bombas, entre ellas las de tipo «lapa», pero accionadas con mandos a distancia (como quedó demostrado con la detención del etarra Iñaki Domínguez, en la frontera de Italia con Francia), y los trabajos en los zulos se ajustan al guión que, en un documento que obra en poder de la Justicia, estableció la banda.
Ese documento subraya que «ETA no se desmilitariza porque no está militarizada. Es más adecuada la desactivación militar, fin de la campaña o contienda militar, cierre del frente. Expresiones como "desmantelamiento de las estructuras militares"se apartan, por no ser correctas. ETA no dará nunca las armas al enemigo ni las romperá, las guardará. ETA no desaparecería, continuaría como organización política dentro de la Izquierda Abertzale, hasta que otro tipo de situación y debates digan lo contrario».
Es decir, que podrá retomar las armas cuando lo considere conveniente. Si al final hacen público un comunicado (lo que tanto anhelan nacionalistas y socialistas, con el fin de perjudicar las expectativas electorales del PP), en el que se haga creer que están dispuestos a disolverse, elegirán algunas de las expresiones antes citadas: desactivación, fin de campaña o contienda. Será, en cualquier caso, una patraña.
Todo esto ocurre, tal y como adelantó LA RAZÓN, cuando la banda, y sus «facilitadores», encabezados por el abogado sudafricano Brian Currin, vuelven a utilizar la fundación suiza Henry Dunant para tratar de intercambiar mensajes con el Gobierno. Según las fuentes antiterroristas consultadas, el verano no ha sido, en este terreno, una época de descanso e inactividad. Todo lo contrario. En las últimas semanas, se han producido algunos movimientos. Currin y los suyos tienen previstas iniciativas para septiembre con el fin de dar por «verificado» el alto el fuego de ETA. Está claro que cuando Iñaki Domínguez fue arrestado, o descubiertos los últimos zulos, los «facilitadores» prefirieron ignorar las noticias; o, en su caso, se encontraban reflexionando en algún lugar aislado del mundo real.
Cambio de lugar
El último zulo, hallado, a primeros de este mes, cerca de la localidad francesa de Aussurrucq, había sido objeto de «mantenimiento» pocos días antes. De hecho, los dos bidones que lo componían habían sido cambiados de lugar, ya que tenían tierra adherida de otra zona. En su interior, había detonadores, documentación, material informático y placas de matrícula. Con la localización de este escondite, son catorce los hallados en lo que va de año. Ocho estaban en España y, los restantes, en Francia.
La anterior localización, en julio, tuvo lugar en Baigorri, gracias a un mapa, encontrado en poder de la abogada Arancha Zulueta.
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