París

Toda la verdad de Flotats

Con un texto del «enfant terrible» de las letras francesas Florian Zeller, el intérprete aparca los ropajes de época para convertirse en un mentiroso compulsivo en «La verdad»

Toda la verdad de Flotats
Toda la verdad de Flotatslarazon

En lo frívolo puede esconderse lo profundo. En una comedia sobre un mentiroso compulsivo que engaña a su mujer, a sus amigos, a sí mismo incluso, puede latir un análisis de de los condicionamientos sociales que nos atenazan, de la conveniencia de callar lo obvio y de la esencia misma de la verdad y la mentira. Porque así, «La verdad», un texto escrito en 2011 por el «enfant terrible» francés Florian Zeller, se llama la comedia con la que Josep Maria Flotats regresa a escena. Lo hace, de nuevo, como director y actor, acompañado en las tablas del Teatro Cofidis, desde el viernes, por María Adánez, Aitor Mazo y Kira Miró. Afable y nervioso por los ensayos, como siempre que estrena –cosas de los perfeccionistas–, nos recibe en el teatro para «engañarnos» un poco: qué otra cosa sino un hermoso engaño es el teatro.

Aunque, eso sí, hay quien lo hace con clase. Así que, dado el tema, lo primero es preguntarle al director si piensa mentir mucho durante la entrevista. «Yo siempre digo la verdad. Mi intención es decirte verdades... dentro de lo que pueda. Si me haces preguntas que no sé contestar, te diré: no lo sé», responde con corrección. ¿Y si la respuesta puede molestar? «Te responderé... cristianamente», ríe Flotats. Demarcado el tablero de ajedrez, y teniendo claro que estamos ante un hombre inteligente que responderá sólo a lo que quiere, quedan descartadas ciertas preguntas. Por ejemplo, sobre su condición de catalano-madrileño en estos tiempos de referendos amenazantes en la atmósfera política, viciada por los órdagos del nacionalismo montaraz.

Cuenta el director que, como las meigas, «las mentiras piadosas las hay. Como la que le dice el médico a un enfermo terminal. Ahí quizá son lo mejor, salvo que él exija la verdad. Siempre me acuerdo de uno de mis maestros, en el Teatro Nacional Francés, Georges Wilson. Él a eso lo llamaba la "mentira irlandesa", porque era medio irlandés por su familia. Decía que el marido irlandés, cuando se va a beber al pub, le dice siempre a su mujer que va a a buscar tabaco». Por lo menos vuelve, luego están los que dicen «Voy a por tabaco...» y nunca más se supo, pero eso es otra historia.

Sin moralinas

A vueltas con la verdad, el director cree en el estilo a la hora de decir las cosas. Por eso, cuando le ponemos en la tesitura de que un amigo suyo le diga que su nueva obra no le ha gustado nada, él sale airoso: «Le seguiré hablando. Hombre, me lo puede decir con gracias o con antipatía, depende. Si es un amigo, tengo que aceptar su franqueza. En amigos de verdad, me gusta que sean sinceros. Hombre, a lo mejor me sentaría mal si una persona que no conozco me dice que lo que he hecho es una birria. Hombre, es su opinión. Y me sabe mal, porque ha pagado una entrada. Pero hacemos un trabajo público y hay que aceptarlo». También, asegura, «en el equipo con el que trabajo me gusta que me digan lo que piensan. No que, por ser el jefe, me digan que todo es fantástico». Sin dudar de su palabra, cabe preguntarse si habrá algún jefe en el planeta que no sostenga lo mismo. «Yo pido la opinión a determinadas personas. Tener la verdad es de "borderliners"». Decía Machado en sus «Aforismos»: «¿Tu verdad? No, la verdad./ Y ven conmigo a buscarla./ La tuya, guárdatela». Flotats corrobora: «Hay que intentar ser honesto con uno mismo».

En este vodevil contemporáneo, sigue el director, «Zeller habla de la dificultad de definir la verdad, y de qué es: cada uno tiene la suya. ¿Existe la verdad? ¿Hasta qué punto nos la fabricamos, a veces inconscientemente? A veces terminamos creyendo nuestras propias mentiras, algo ya casi enfermizo. La obra abre puertas sobre esa interrogación, pero en ningún caso es moralista». Lo que sí muestra, aclara, «es la dificultad del lenguaje como vehículo de los sentimientos, hasta qué punto nos manipula. El personaje de Talleyrand en "La cena"decía que el lenguaje nos permite esconder el pensamiento, y ahí surge la mentira. ¿Hasta qué punto somos víctimas de eso y hasta dónde lo utilizamos?».

Goebbels hizo célebre una máxima infame, muy a juego con la mezquindad misma del nazismo: una mentira, repetida mil veces, acaba convertida en una verdad. Asiente Flotats y añade otra: «Pierre Arditi, el actor que protagonizó esta obra en París, me decía una frase de Lacan que parece una "boutade", algo así como que sólo la verdad miente. Es un juego de palabras si quieres, pero a la vez es algo que va mucho más allá». En el texto, explica el director, hay una pregunta: «¿Las relaciones de pareja, o su equivalente, las relaciones sociales, pueden ser totalmente transparentes? ¿Hasta qué punto?». Y es que, no nos olvidemos, «este texto es una comedia, con voluntad de hacer reír. Aunque no sólo eso, naturalmente: tiene algo del suspense "pinteriano"y un mundo complejo que enlaza con Pirandello». Es lo que en Francia llaman «teatro de boulevard»: un vodevil, pero con fondo. «Es que esta obra tiene pensamiento, pero también hay un teatro francés que no lo tiene, obras comerciales que son sólo ji, ji y ja, ja...», desmitifica el más afrancesado de nuestros «acteurs».

Sin contar su efímero Stalin, que no llegó a verse en Madrid, ni «La mecedora», que dirigió pero en la que no actuó, «La verdad» supone para Flotats una continuación de su pasión francófila tras obras como «Arte», de Yasmina Reza, «París, 1940», de Louis Jouvet, «La cena» y «Encuentro de Descartes y Pascal joven», ambas de Jean-Claude Brisville, y «Beaumarchais», de Sacha Guitry. Pero también un regreso al terreno de lo contemporáneo, abandonando las pelucas. «Yo no hago o he hecho teatro de época porque lo fuera, sino porque me enamoraba el texto. Éste me apasiona y es de ahora: bienvenido sea. Y más si es de un autor vivo». Un autor con el que no ha llegado a trabajar codo con codo, aunque sí han sido presentados. «No sé si Zeller me había visto actuar en teatro, y me parece justo, porque con los años que hace que no trabajo en París, quizá no había hecho la primera comunión. Pero había oído hablar de mí», cuenta Flotats de aquel encuentro. Licenciado en Políticas, profesor de Literatura desde los veintipocos años, el escritor es «un coco, y con un físico de galán joven. Pero no es nada engreído. En el trabajo fue muy humilde y normal», explica Flotats. Es la primera vez que se le estrenará en España. De la misma manera que Flotats fue el primero en estrenar a Reza y a Brisville.