Hamburgo

Qué nervios

La Razón
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Estoy deseando que llegue el miércoles, pero también que no llegue. No hago otra cosa que pensar en la final de la «Europa League» y me tiemblan las piernas. Pensaba haber ido a Hamburgo, pero me quedo en Madrid. Quiero ver esta final con mis dos hijos, que no podían viajar a la ciudad alemana por culpa de sus trabajos. Sí, los dos trabajan ya. La última vez que vimos al Atleti ganar un título iban al colegio. ¡Cómo pasa el tiempo!, sobre todo para los aficionados colchoneros, que estamos hechos de una pasta especial. Desde que no se abren las vitrinas del Calderón uno se ha hecho economista y el otro abogado, y a mí me han salido más goteras que al palacio de Liria. Por eso he preferido aguardar al miércoles en Madrid y sacar las viejas camisetas y las apolilladas bufandas en casa, para rememorar los abrazos y las lágrimas de mayo del 96 los tres juntos. Parafraseando a Neruda, nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Mis hijos son dos hombres hechos y derechos, uno de ellos lleva ya un año casado, y el segundo está a punto de irse a vivir a EEUU. Pero el miércoles estaremos juntos y de los nervios. La verdad es que me siento un poco culpable. Yo les hice atléticos cuando en el colegio les amargaban los madridistas todos los lunes del año. Y les inoculé el virus rojiblanco hasta la médula. Como nosotros, hay miles de familias que esperan una alegría después de tantos años de frustraciones. El equipo tiene que dejarse la piel en los próximos diez días dos veces. No creo que sea mucho pedir cuando se han pasado media temporada rascándose esa zona inguinal. Ya no valen los fallos y las gilipolleces, así que a ganar. ¡Aúpa Atleti!