Historia

Nueva York

Camisas pardas

La Razón
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Querido Benito: Me dicen que tu país va bien desde la marcha sobre Roma. No sabes cómo te envidio. Yo estoy indignado. Hay millones de parados, la inflación está disparada –la gente acude a los bancos con carretillas de billetes– y la producción y el comercio exterior se han hundido. El presidente hace oídos sordos a los trabajadores y se arroja en manos de los poderes financieros de lobos inmisericordes como Schacht. Desde 1929, con el crack de la bolsa de Nueva York, la crisis es mundial. No hay crédito ni préstamos. A pesar de todo, la masa sigue votando, engatillada en un bipartidismo estúpido. Como si los socialdemócratas de Müller y los centristas católicos de Brüning no fuesen lo mismo. Es hora de despertar y desbaratar esta democracia formal hasta convertirla en democracia real. El poder ha de ser del pueblo, no de los burócratas ni los políticos corruptos. Ellos no representan al buen ciudadano alemán. Te comunico que pienso organizar la resistencia callejera a través de los camisas pardas. Cuando Alemania sepa que vamos a enajenar el capital a las oligarquías judeo-masónicas, poner los bancos al servicio del pueblo, controlar la industria hasta conseguir empleo para todos y reflotar los miles de pequeños negocios que han tenido que cerrar, nos dará el poder. Ni la Ley ni la estúpida Constitución de 1919 sirven para nada. Se acabó el Gobierno de los corruptos y las votaciones cosméticas que nada cambian. Un abrazo fuerte, Adolfo Hitler, Berlín, Campamento de los indignados, 1933.