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Hora de pagar por Joaquín Marco

Estamos en venta y a precios módicos. Incluso los salarios, sin aludir a los «mini jobs», acabarán siendo atractivos para inversores chinos

La Razón
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Nos hemos convertido en un país casi normalizado al advertir que los impuestos acaban siendo también una responsabilidad individual. Los medios hablan de impuestos y el nuevo Gobierno –no exento de vacilaciones– nos ha metido más miedo en el cuerpo al subir los tipos del IRPF. Temblamos. Dispondremos de menos dinero, porque habrá que pagar caprichos: que si una autovía, aeropuertos múltiples, ampliar las aceras de la ciudad, un nuevo museo, un parque tecnológico desierto y muchos sueldos; lo que sea. Pero todo acaba traduciéndose finalmente en un dinero que, ahora, con las prisas de la Sra. Merkel, hay que poner sobre la mesa. Las culpas pueden ser universales, pero la disminución del poder adquisitivo afecta a cada uno. Y estamos ¡horror! tan sólo en el inicio del inicio. Mientras tanto, a vuelo de pájaro, tenemos un par de presidentes autonómicos sentados en el banquillo, el universal juez Garzón a punto de declarar en uno de los tres sumarios de los que ha ido escabulléndose, el propio yerno de don Juan Carlos al filo de la imputación, la corrupción de los ERE andaluces con muy mal aspecto y otros escándalos que coinciden con el nuevo Gobierno, más presiones europeas y una crisis que los apocalípticos entienden que puede acabar dando al traste incluso con el euro. Cabe sumar, además, un PSOE en estado catatónico, que intenta descubrir las entretelas de la socialdemocracia que, tal vez, llegue, en elecciones próximas, a nuestro eje franco-alemán: la referencia.

Las deudas de este invento que todos defendimos como original, las comunidades autónomas, nos están llevando por el camino de la amargura y, a la vez, a reflexionar sobre las desigualdades de los sistemas impositivos. La media del tipo máximo en los países de la eurozona es del 37,1% y el más elevado, el del 56,4%, de Suecia, al que tomamos siempre como símbolo de buenos servicios y presión fiscal y del que suponíamos quedar muy alejados, pero Cataluña ha alcanzado ya el 56%. Ni Extremadura, ni Andalucía, sin embargo, se distancian mucho de los catalanes. Ambas alcanzan el 55%, lejos todos del País Vasco, con un 45%, algo más que Navarra, que se limita al 44%. Coinciden La Rioja y Madrid en el 51,9%. Pero si vamos algo más lejos podremos advertir que los alemanes no pasan del 47,5% e Italia se encuentra en el 45,6%, algo menos que Francia. No se trata, pues, de que los españoles paguen, sino que ha de resultar difícil entender a un noruego, que está en su 40%, tanta desigualdad en el seno de un mismo país. Lógicamente ésta es tan sólo una parte de la recaudación, la que corresponde a quienes cobran por sueldos oficiales o declarados. Pero las cotizaciones empresariales, de rentas de capital, de cuotas según actividades, más los IVA de diversa entidad, constituyen un amplio entramado que bien conoce nuestro hacendista Cristóbal Montoro. No ha de extrañar, pues, que arrecien las críticas hacia el presidente que prometió no incrementar las tarifas impositivas si el déficit era el que había prometido el anterior Gobierno. Pero se giraran malos vientos en el segundo semestre del pasado año.

Las rentas del trabajo o el IRPF no pueden dar mucho más de sí. Y tal vez habrá que analizar si sería posible eliminar algunas diferencias excesivas entre comunidades y a la baja, porque podemos llegar a convertirnos en una población nómada, dispuesta a acudir donde menos se pague a los diversos entes cobradores, aunque no de frac. Como era de prever, el año 2012 no ha comenzado bien y me temo que ha de darnos mal juego, porque a todo ello se suman una serie de incertidumbres. Andamos con el paso corto y cambiado y los mercados atentos a cualquier tropiezo; un euro que se devalúa (lo que nos conviene, porque de ello se beneficiará Alemania, la mayor exportadora). Dejando a un lado las responsabilidades del desbarajuste y oteando el horizonte, no cabe duda de que conviene pagar deudas, porque quien paga se queda tranquilo, pero aún más quien cobra. Resta, sin embargo, en el aire qué hacer con esos ya más de cinco millones de parados y los que vendrán. A los nuevos gobernantes nada puede exigírseles con tan escaso tiempo, aunque alguna responsabilidad deben tener las autonomías del PP, además de las socialistas o convergentes, con elevadas deudas, o ayuntamientos que se lanzaron a obras faraónicas. Este país, de una u otra forma, va a salir de esta crisis interminable. Pero, una vez más, los trabajadores, los funcionarios y las capas medias de la población tendrán que echar mano a su bolsillo y disminuir los gastos que ya decrecieron hace meses. Habrá que adivinar, por otra parte, cómo puede incentivarse el consumo. Porque no sólo somos ya más pobres; estamos en venta y a precios módicos. Incluso los salarios, sin aludir a los «mini jobs», acabarán siendo atractivos para inversores chinos.