Europa

Viena

Refundando

La Razón
La RazónLa Razón

Esto de la refundación de Europa me tiene entretenidísima. Primero, por lo que supone admitir un fracaso por parte de personajes tan estirados y tan culebreros como los que pueblan los estados de la Unión Europea, gente pagada de sí misma y especialista en reaccionar siempre a toro pasado. Después, por poder asistir al ejercicio de funambulismo extremo de mi admirado Nicolas Sarkozy, que tiene al país al borde de la crisis y, sin embargo, se permite autoproclamarse salvador del continente y farmacéutico de guardia para encontrar soluciones. Yo le comprendo: para un francés, recibir órdenes de Alemania es impensable, una humillación, un imposible, antes de eso se entra en guerra si es necesario, hasta ahí podríamos llegar. Y por último, ya que van a abjurar del Tratado de Maastricht, aprovechar una siesta de los mandatarios y ponerlo de tope en una puerta con mucha corriente, y hacer uno nuevo, en una ciudad de nombre pronunciable, y repleto de normas verdaderamente esenciales. Ahí van mis sugerencias: Declarar oficialmente como «nada más que regulera» a la cocina francesa. Instalar en Bélgica una oficina de patentes para que en su historia pueda aparecer algún invento serio en vez de los «moules au vin blanc» con patatas. Incluir a las salchichas alemanas en la categoría de «butifarretas» y a las mujeres suecas en la de «lagartas». Impunidad e inmunidad para las ancianas que aticen con un bolso al presidente del Banco Central Europeo y, si se niega a aceptarlo, sustituirle por una oveja merina. Obligar a Viena, Praga y Bucarest a ofrecer algo de diversión. Y por último, que vuelva la peseta y como moneda común. So pelmas.