Literatura

José Saramago

Liberal es la palabra por Rodríguez Braun

Por Carlos Rodríguez Braun

Vargas Llosa hoy en Nueva York
Vargas Llosa hoy en Nueva Yorklarazon

La gran alegría que tuve al conocer la noticia de que había sido galardonado con el Premio Nobel un escritor al que tengo el honor de conocer se vio multiplicada ayer por una circunstancia no literaria: Mario Vargas Llosa es liberal. No lo fue siempre: tiene un pasado izquierdista, como tenemos tantos otros liberales. Pero desde hace muchos años el gran escritor peruano se apartó del socialismo y manifestó reiteradamente sus simpatías por las posiciones filosóficas, políticas y económicas del liberalismo.

Este proceso, como digo, no es inusual de por sí. Lo inusual es que alguien que lo haya emprendido gane el Premio Nobel de Literatura, sistemáticamente sesgado hacia la izquierda con un grado espectacular de hipocresía. Así, cuando Borges apoyó las dictaduras de Pinochet y Videla, automáticamente todo el mundo, empezando por él mismo, comprendió que jamás ganaría el favor de la Academia Sueca. ¿Cómo iba a obtenerlo un amigo de las dictaduras?

En cambio, todo el mundo aplaudió cuando la misma institución que le negó siempre el reconocimiento al autor de «El Aleph» procedió a premiar a Gabriel García Márquez o José Saramago, admiradores de Fidel Castro. Pocos observaron que igual había allí una pequeña contradicción. Eso explica también que Vargas Llosa haya figurado desde hace años en las quinielas, pero que al mismo tiempo algunos comentaran: claro, es un liberal ¿cómo le van a dar el Nobel? Pues lo han hecho, y conviene celebrarlo y confiar en que sea sólo un paso en la mitigación de su proverbial corrección política.

En el verano de 1991, Pedro Schwartz invitó a su maestro Karl Popper a un seminario sobre su obra en la Universidad Menéndez Pelayo en Santander. Acudimos los discípulos y amigos de Pedro, entre los que estaba Mario Vargas Llosa, gran admirador del filósofo liberal austríaco. Las palabras de Vargas figuran en el libro aparecido dos años después («Encuentro con Karl Popper», Alianza Editorial). En los debates le preguntó a Popper: yo perdí las elecciones contra Fujimori porque Fujimori mintió; si yo hubiera mentido, quizá habría ganado, y habría sido mejor para mi país ese resultado que la victoria de Fujimori, pero ¿habría valido la pena mentir? Popper no lo dudó: nunca hay que mentir para el logro de ningún objetivo político.
Vargas Llosa dijo que por eso mismo no lo había hecho él, y sobrevoló el aula la idea desasosegante de que el liberalismo tiene restricciones que los demás no padecen. El propio Popper, que fue comunista en su juventud, solía contar que abandonó la izquierda porque sus partidarios eran demasiado aficionados a mentir.

Con el paso de los años tuve la suerte de coincidir con el hoy ya Premio Nobel en varias oportunidades. Una de las últimas fue en mi Argentina natal, en Rosario, con nuestros amigos comunes de la Fundación Libertad. El autobús que llevaba a Mario y a otros liberales a la sede del Congreso de la Fundación fue apedreado por una tolerante y progresista pandilla de la izquierda local.