Damasco

La oposición ya prepara un gobierno de transición

El Consejo Nacional Sirio se organiza para un futuro sin Asad en las próximas semanas. Irán blinda al régimen con todo su apoyo ante la perspectiva de cambios en la zona 

La oposición ya prepara un gobierno de transición
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Hace unas semanas era impensable, tanto en opinión de los expertos como de la propia comunidad internacional, la eventual caída del régimen sirio. Pero el ataque mortal del pasado día 18, que descabezó la cúpula militar, ha llevado al conflicto sirio a dar un giro de 180 grados. El colosal avance de los rebeldes en Damasco y Alepo, capital económica de Siria, ha hecho que se tambalee el régimen de Bashar al Asad. Es evidente que la «operación Volcán de Damasco», así denominada por los rebeldes para hacerse con el control de la capital, no hubiera sido posible sin el asesoramiento militar de Estados Unidos y el logístico de Turquía ni el arsenal de armas enviadas desde Qatar y Arabia Saudita. «EEUU, Arabia Saudita, Turquía y Qatar se han unido en una coalición contra Irán. Se trata de una campaña encubierta orquestada por la comunidad internacional con la esperanza de evitar una costosa intervención militar extranjera y provocar la caída del régimen desde dentro», publicó recientemente en un análisis el prestigioso centro de Inteligencia Stratford.

El régimen se tambalea cada día más y ayer mismo el máximo responsable del Consejo Nacional Sirio, la principal formación que agrupa a los grupos de oposición, aseguró que contempla la formación en las próximas semanas de un gobierno alternativo y de transición que podría contener a algunos integrantes del Ejecutivo de Asad, al que tiene previsto reemplazar. Sin embargo, dentro del complicado equilibrio de poderes de Oriente Medio, Irán no tardó en responder y su ministro de Exteriores rechazó cualquier posibilidad de una transición dirigida en Siria, una hipótesis que consideró una «ilusión». La guerra en Siria ha llegado a una fase decisiva en la que sólo uno de los bandos puede quedar vencedor. El aparato militar, hasta ahora invulnerable, ha empezado a desgajarse como una naranja. Las recientes deserciones de altos mandos, como el general suní Manaf Tlas, hijo del ex ministro de Defensa, Mustafa Tlas, símbolo de la vieja guardia, podría precipitar la ruptura del régimen, si éste pierde el apoyo suní de generales e importantes hombres de negocios, que durante décadas han permanecido al lado de la familia Asad. Por el contrario, el núcleo alauí se mantiene intacto, porque esta minoría religiosa teme las consecuencias de perder el poder ante una mayoría suní, que representa el 70 por ciento del país. La supervivencia de la secta de Asad se verá amenazada con el nuevo régimen, y seguramente la única opción que les quedará es regresar a la costera región norteña de Latakia, feudo alauí, como ya sucedió en 1922 cuando la potencia colonial francesa creó un territorio autónomo alauí, con un gobierno independiente, hasta que de nuevo Francia incorporó Latakia a Siria en 1936. No en vano, en los círculos diplomáticos internacionales, el nombre de (Manaf) Tlas suena ya como posible sucesor del presidente Asad. Turquía está tratando de establecer una base suní para su resurgimiento regional, y desde su territorio se ha pavimentado el camino a los rebeldes sirios, que están recibiendo mayor cantidad de dinero, suministros, armamento, entrenamiento y apoyo de inteligencia, a través de canales secretos. Pero la creación de un estado suní en Siria para debilitar el liderazgo chií de Irán traería consecuencias negativas en los países vecinos. El régimen de los ayatolás utilizará su influencia sobre el gobierno chií de Irak, y en el Líbano, la milicia Hizbulá, que tanto Estados Unidos como Israel sospechan de que el arsenal de armas químicas del régimen de Asad haya podido caer en sus manos, pondría en peligro la estabilidad regional y precipitaría una guerra sectaria en Oriente Medio. Jordania mira con desasosiego los movimientos de sus vecinos, temerosa de que el caos reinante en Siria toque a su puerta. Las fronteras jordanas están desbordadas por los refugiados sirios que, unidos a los miles de desplazados iraquíes que ya están en su territorio y los campamentos palestinos, podría llevar a una crisis humanitaria y aumentar la inseguridad.
 

¿Será Siria el nuevo afganistán?
Ante la falta de liderazgo en la oposición siria, crece la preocupación sobre futuras posibles luchas por el poder. Y en el peor de los escenarios podría cumplirse la profecía de Bachar al Asad de que su país «se convertirá en un nuevo Afganistán» si se derrumba el régimen. Como dice el refrán: «Más vale lo viejo conocido que lo nuevo por conocer», a pesar de su hostilidad hacia Israel, Bachar y su padre Hafez mantuvieron la paz en la frontera por casi 40 años. Con una oposición dividida, y las informaciones de que islamistas radicales y combatientes de Al Qaeda están actuando entre los rebeldes, nadie debería suponer que la caída del régimen terminará con los problemas de Siria y la inestabilidad en Oriente Medio.