Crisis económica
Abaratar el despido
Hay que flexibilizar las relaciones laborales. Hay que controlar el coste. Hay que ajustar los niveles productivos. Todo eso está muy bien. Pero en ningún caso los despidos, o las rebajas salariales, son la solución a la crisis. Al contrario: dejar a la gente en la calle agravaría las cosas hasta límites insoportables. Pretender que sean los trabajadores los que paguen los platos rotos por la ligereza de los mercados financieros es echarle mucho morro. Seamos serios: ¿cuáles son los motivos de esta crisis? Para empezar, el negocio de la usura. Abaratar el despido y administrar pobreza no ayudará a recuperar la confianza. Conviene decir lo que es como es. Llamar a las cosas por su nombre: en el origen del desastre están la casi inexistente regularización del mercado financiero y la especulación. Pero nos quieren confundir. Que desconfiemos de nosotros. ¡Pues no! La culpa no la tienen los trabajadores. Lo que hace falta es una mayor disciplina en el gasto público. Un tejido industrial mucho más potente. Apostar por la calidad para ganar los mercados. Es indignante que, a estas alturas del paseo, todavía haya quien se atreva a defender que, abaratando el despido y cargando sobre los más débiles, se va a resolver una crisis provocada por la ligereza de unos y la codicia de otros. Dejémonos de vainas. ¡Ya está bien de asustar a la gente!
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