Nueva York

Del «milagro» de evitar la lluvia al de «olvidar por un ratito la crisis»

De las hiperbólicas cifras que giran alrededor de la Cabalgata de Reyes de Sevilla –32 carrozas, 50.000 kilos de caramelos, 2.000 personas entre la organización y el cortejo, seis bandas de música, 600 beduinos, unas 600.000 personas por las calles, calcula el Consistorio–, la que centraba todos los focos ayer era el 95% de posibilidades de lluvia

El rey Gaspar, encarnado por Cayetano Martínez de Irujo; Melchor, Emilio Santiago del Pino; y Baltasar, representado por Domingo Pérez, en la salida desde el Rectorado
El rey Gaspar, encarnado por Cayetano Martínez de Irujo; Melchor, Emilio Santiago del Pino; y Baltasar, representado por Domingo Pérez, en la salida desde el Rectoradolarazon

La Agencia Estatal de Metereología y los cielos nubosos invitaban a salir con el paraguas, pero la única lluvia fue de caramelos. Cosa de magos, de Reyes Magos.

Es más, el Ateneo, cada año, suele «encontrarse», por así decirlo, con una serie de imprevistos que impide el normal funcionamiento de la Cabalgata. Un cable demasiado bajo, unos tractores cuyas ruedas se pinchan y no hay repuestos, en fin, esas cosas... Esta vez, el cortejo salió con premura en relación a otros años –a las 16:30, pero con un cuarto de hora de retraso sobre lo anunciado– y llegó antes –sobre las 22:00–, cumpliendo el horario previsto y luciendo más que nunca durante su recorrido de 8.758 metros al coincidir el trayecto con más horas de sol y, en la salida y la recogida, al transitar por avenidas más amplias para un desfile de esta magnitud (Felipe II se convertía en una ratonera) y desarrollarse sin incidentes. Este año, hasta cuando se estropeó algún tractor, como le pasó a la carroza de El Quijote en Reyes Católicos, se solucionó sin que fuera un drama.

La Cabalgata, en el año de la Ley Antitabaco, partió –debido a que en las cocheras de Tussam en El Porvenir se dispone de menos espacio por las obras de unas VPO– desde el Rectorado, en la calle San Fernando, antigua fábrica de tabacos de Sevilla, la misma que sirvió de escenario para dar vida al mito de Carmen, la cigarrera. Hasta el momento, la ministra Leire Pajín no se ha pronunciado sobre la necesidad de sancionar a Sus Altezas por entender que pudiera haber una promoción velada a la nicotina. Ni a los muchos transeúntes que fumaban o no fumaban –según su libre elección– cerca de multitud de niños. Sin duda, cosa de Reyes Magos.

En el año de la restricción del tráfico, sus Majestades de Oriente deambularon más de 45 minutos por el centro sin que el edil de Movilidad, Francisco Fernández, se haya decidido a multarles. Cosa de Reyes Magos, fijo.

En la década de las nuevas tecnologías, vía internet se seguía, a través de un navegador por dónde transitaban los Reyes y muchas de las personas que asistieron al cortejo comentaron en Twitter y Facebook sus impresiones sobre la Cabalgata. Se destacó el retorno a la calle Asunción, tras el fin de la peatonalización y de las obras que el pasado año impidieron su tránsito o el recorrido por la San Jacinto peatonal. También, la rapidez del cortejo en algunos tramos, que se justifica por el riesgo de lluvia. La magia de la ubicuidad. En Pekín o en Nueva York se podía seguir el cortejo.

Quinto «milagro». El del retorno al paraíso perdido de la infancia, con los padres portando a hombros a los niños y éstos rebosando ilusión en los ojos. Hubo quien se atrevió a pedir a los Magos de Oriente «que acaben con la crisis». Y quien contestó que se trata de otro milagro cumplido porque «con tanta ilusión, se olvidan un ratito las penas» y, « si no lo sabéis, los Reyes no son los padres, los Reyes son los niños» y, por muchos recortes, «el mañana siempre será de ellos».