Nueva Orleans

Mansfield y Loren duelo de escotes en Hollywood

La actriz convirtió las medidas de su cuerpo en su principal talento, y llegó a ensombrecer a la mismísima Sofia Loren

Jayne Mansfield y Sofia Loren, dos imponentes señoras
Jayne Mansfield y Sofia Loren, dos imponentes señoraslarazon

Jayne Mansfield fue una megaestrella de gran talla. Sus pechos eran de un calibre superior a los de cualquier otra, incluida Marilyn Monroe, de quien fue una fotocopia oxigenada, fabricada por la Twenty Century Fox, y de la espectacular Sofia Loren. Era la definición hecha carne de la «sex symbol» que inauguró Mae West en los 30, pero corregida y aumentada: las medidas de Jayne Mansfield eran de infarto: 102-56-89. Fue una caricatura de la rubia tonta voluptuosa. Aunque hizo teatro y algunas comedias divertidas, su especialidad fue ser la chica del calendario. En 1953 se publicaron 2.500 fotografías de la estrella, y fue numerosas veces la «playmate» del mes de «Play Boy», donde lució, al desnudo, sus abundantes encantos corporales envuelta en corazones. En su «Mansión rosa» todo tenía forma de corazón: la cama, los sofás y la piscina. Incluso su lápida tiene forma de corazón. A Jayne Mansfield hay que verla como una bomba sexual del cine «sexploitation» versión fina, cuando el código Hays impedía a Hollywood ir más allá de las metáforas subidas de tono y las mujeres hiperbólicas. En lo único que se adelantó a su tiempo fue en la forma de lucir sus abundantes pechos, que asustaron a la mismísima Sofia Loren, reina de las «maggioratas», en una cena de bienvenida a Hollywood. El encuentro fue planificado por Mansfield y la foto dio la vuelta al mundo, convirtiéndola en una estrella. Sus pechos marcaron tendencia en el cine erótico de Russ Meyer y en sus protagonistas: las supervixens, megavixens y ultravixens, en especial Tura Satana. En todo lo demás fue un sucedáneo de Marilyn.

Tuvo un romance con J. F. Kennedy, ya presidente y con su hermano Bob como sustituta de la depresiva Marilyn. Y, como Marilyn, perteneció a la Iglesia de Satán de Anton LaVey, donde llegó a ser Gran Sacerdotisa de la Orden de moda en Hollywood en los 50. Nada en su vida fue auténtico, ni siquiera su marido, el culturista húngaro Mickey Hargitay, Mr. Universo 1955, que le robó a Mae West de su espectáculo con forzudos. Cosa que Mae no le perdonó nunca. Los años 60 fueron de decadencia para la pareja. Montaban espectáculos en los que Mickey mostraba sus pectorales y levantaba a Jayne como una pluma, quien apenas cubierta por su bikini de leopardo hacía monadas y a veces enseñaba un pecho. Mientras Sofia Loren triunfaba en Hollywood, el matrimonio Mansfield interpretaba en Italia el peplum «Los amores de Hércules». Jayne tenía dos papeles: el de la reina mala, con peluca pelirroja, y la reina buena, con peluca negra. En 1982, Schwarzenegger hizo el papel de Mickey Hargitay en la «tv movie» «The Jayne Mansfield Story». Para entonces la silicona hacía estragos y ya nada fue tan natural como las pechugas de Jayne y el escaparate de la Loren.


Decapitada
Jayne Mansfield no era sólo un cuerpo, como algunos pueden pensar. Era una mujer con un índice de inteligencia que se llegó a medir en 163. Hablaba cinco idiomas y tocaba el piano y el violín con enorme soltura. Pero esas no fueron únicamente las gracias que la hicieron triunfar en el mundo del cine. Su voz era estridente, como demostraba en «The Girl Can't Help It», la comedia que la consagró burlándose de sí misma: su aparición con dos botellas de leche junto a sus pechos es su gran contribución a la historia del cine.
Ya separada de su marido, la actriz tuvo un accidente mortal al chocar con un camión camino de Nueva Orleáns. Viajaba con sus cinco hijos, que resultaron ilesos, su amante y sus dos chihuahuas, que murieron, como ella, que quedó decapitada en la cuneta.