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Respetado Eduardo por MARINA CASTAÑO

La Razón
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Dicen que es de bien nacidos ser agradecidos, por eso, respetado Eduardo, querido Eduardo, quiero dedicarte hoy estas líneas, en el día que emprendes tu marcha hasta llegar al lado de Dios. Porque tú, respetado Eduardo, has sido siempre un buen católico, hombre honesto y trabajador, que si tu empresa llegó hasta un éxito y una difusión nunca soñados, es porque tú, con tu talento y tu entrega, le diste un empuje extraordinario, poniéndola en países insospechados y despertando el interés de tantísimos lectores, sin importar el sexo, la edad o la condición. Sí, el «¡Hola!» no es una revista de cotilleo, es un referente del buen gusto, la prudencia y la discreción. Y si tiene estas tres cualidades, querido Eduardo, respetado Eduardo, es porque tú se las imbuiste desde que tomaste el timón del barco. También tenías un gran ejemplo en tu madre, doña Mercedes, y, en general, en toda tu familia, que siempre te ha respaldado y han trabajado contigo hombro con hombro. Tu mujer Mamen, tus hijos, que serán tus dignos continuadores, y se supone que también tus nietos en un futuro aún muy lejano.Ayer amanecí con la noticia de tu muerte, y se me empañaron los ojos recordando la última vez que hablamos, en agosto pasado cuando estabas en El Puerto, en tu casa tan bonita al borde del mar. Hace un par de meses intenté contactar contigo, pero ya no fue posible. Y me apena, me apena mucho saber que ya no podré volver a visitarte. Hace unos años demostraste una generosidad desproporcionada hacia mí, y eso no se olvida, porque es virtud que no abunda. Por eso, respetado Eduardo, querido Eduardo, hoy quiero tributarte este modesto homenaje. Con un nudo en la garganta.