Asia

Berlín

Nuestro lado germánico

La Razón
La RazónLa Razón

Atendiendo al color del dinero, con la llegada del superchino Li, el Gobierno se esforzó en explicarnos lo que teníamos en común españoles y orientales: dos gotas de agua. Sólo faltó incluir en el programa una recepción a Vicente Hong, el primer torero chino, para demostrar la similitud entre Pekín y Triana. Pasa que necesitados como estamos de ventilación artificial, en dólares o en lo que sea, Exteriores nos asimila, eliminando cualquier reivindicación que distraiga del objetivo principal: la pasta. Y nos hace sentir vergüenza. Con la llegada de Mr Li, el Gobierno evitó reparar el dictado de Den Xiao Ping: «Aquí tenemos por costumbre dejar que se enriquezca el chino que practique el capitalismo. Pero el que hable bien de tal sistema será fusilado». Con la inminente visita de Merkel, comienza una efímera campaña para reivindicar nuestro lado germánico. Sabremos de nuestro abuelo berlinés, igual que hace un mes descubrimos la raíz china. El estereotipo del alemán está representado en la canciller, quien se fue a dormir la noche que cayó el muro de Berlín porque a la mañana siguiente tenía un examen de física y química. No parece que seamos, o queramos ser, exactamente así. Ella con su crecimiento al 4%, sus patentes y sus bavieras, resulta admirable. Habrá que aprender de sus puntualidades, pero que el presidente tenga episodios camaleónicos cada vez que viene alguien no transforma nuestra economía. Si se empeña, que lo llamen José Luis Von Zapatero.