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Córdoba: «La Docta» de Argentina

Durante dos siglos, Córdoba albergó la única Universidad de Argentina. El esplendor cultural de antaño se mantiene intacto en catedrales, iglesias y estancias jesuitas 

Córdoba: «La Docta» de Argentina
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La segunda ciudad más habitada e importante de Argentina, Córdoba, está rodeada por una naturaleza deslumbrante y conserva un casco histórico repleto de elementos culturales tan importantes que, en el año 2000, fueron inscritos en la lista de Patrimonios de la Humanidad de la Unesco en la categoría de Serie de Conjuntos. Razón más que suficiente para que el viajero que quiera «cruzar el charco» elija la urbe entre sus destinos a visitar.
Todo comenzó, como en otras ciudades del mundo, cerca de un río. Era el día 6 de julio del año 1573 cuando un sevillano, Jerónimo Luis de Cabrera, gobernador de Tucumán, detuvo sus huestes y eligió un lugar a orillas del Suquía para bautizarlo con el nombre de Córdoba de la Nueva Andalucía, rindiendo de esta forma pleitesía a la bella ciudad española donde había nacido su esposa.


Las órdenes del gobernador no eran otras que las de construir un refugio seguro para los comerciantes españoles que transitaban por el Camino Real guiando recuas de mulas cargadas de preciadas mercancías desde el Virreinato del Río de la Plata hasta las minas de Potosí, en el Alto Perú.
Pero no sería hasta un cuarto de siglo después cuando Córdoba comienza a ganar importancia y esplendor con la llegada, en 1599, de la Compañía de Jesús, quienes habían elegido este remoto enclave como centro neurálgico de su labor evangelizadora, pedagógica y misional.

La Manzana Jesuítica
Si todo camino tiene un punto de partida, el nuestro es evidente que debe comenzar en el mismo corazón de Córdoba, y eso se traduce en la calle peatonal Obispo Trejo, entre Caseros y Duarte Quirós, donde nos encontraremos la afamada Manzana Jesuítica. Entre las joyas que comprende esta manzana destaca sobremanera la iglesia de la Compañía –el templo más antiguo de Argentina, ya que su construcción data de 1640– con su fastuoso interior adornado por una original bóveda con forma de casco de barco invertido. Este recurso arquitectónico fue empleado como solución para salvar la carencia de maderos con la resistencia y las dimensiones suficientes para tamaña empresa.
El edificio contiguo a la iglesia alberga el Rectorado de la Universidad Nacional (la cuarta fundada en América), de la que antiguamente se regresaba con el título de Doctor en Arte y Teología. El apodo de la ciudad, «La Docta», es debido a que, durante más de dos siglos, ésta fue la única Universidad de Argentina. Y para completar el bloque imprescindible, al viajero le faltaría por visitar el Colegio de Monserrat, no sólo inmediato a la Universidad, sino que integró ésta en sus orígenes. Cuenta con el honor de que, en su interior, funcionó la primera imprenta del país.


Es fácil imaginar que para sostener esta impresionante labor espiritual y educativa, la Orden precisaba una importante fuente de ingresios propios. Y como la necesidad aguza el ingenio, así fue como decidieron adaptar la estructura de conjunto monástico instaurada en Europa durante siglos e idearon una serie de estancias –establecimientos rurales– disgregadas por el interior de la provincia. Estas estancias (Caroya, Jesús María, Santa Catalina, Alta Gracia, Candelaria y San Ignacio) eran grandes explotaciones donde florecieron la producción agrícola y vinícola, siendo adornadas con algunas de las más bellas muestras de la arquitectura colonial del país, en especial sus iglesias y residencias, que se han mantenido intactas hasta la actualidad.


Para conocer este fabuloso legado se ha creado recientemente el «Camino de las Estancias Jesuíticas», una ruta que permite al viajero descubrir, en tres o cuatro días, algunos de esos tesoros que esconde la provincia y satisfacer la curiosidad de los trotamundos ávidos de maravillas con las que sorprenderse.
Si no se dispone de tanto tiempo el consejo es visitar Caroya, la más vieja de las estancias y un ejemplo de la arquitectura residencial en el campo. Como curiosidades, cabe resaltar que allí se estableció la primera fábrica de armas blancas del país y fue morada, durante sus viajes, de los generales San Martín y Belgrano, el creador de la bandera de Argentina.
 

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