Internacional

Obama árabes y todos los demonios

La Razón
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Para el único líder verdaderamente mundial, con intereses e influencia en todas partes y demandas desde todas las esquinas del mundo, lo que está sucediendo en Oriente Medio es un problema de todos los demonios. Cuenta tanto lo que haga como lo que no haga, lo que diga y no diga. Por fin Obama ha dicho, el jueves 19 de mayo. Como metió al rebosante caldero el tema israelí-palestino, gran parte de la atención en EE UU se ha focalizado en esa cuestión específica.
El problemón no es ya conciliar principios e intereses, sino hacerlo ante un futuro atrozmente incierto. No es que la primavera árabe esté a medio camino de su primer cumpleaños, es que quizás no haya alcanzado la mitad de su parto, como Obama no deja de señalar. En este contexto, «la cuestión es qué papel jugará América». Al enunciar «la serie de intereses básicos», figura el «libre flujo del comercio», pero sin mencionar el petróleo.

En cuanto a los principios, los conservadores han podido regodearse con los nuevos pasos en una marcha hacia los análisis que llevaron a Bush a abordar las patologías medio orientales acabando con el más feroz y desestabilizador de sus déspotas, Sadam Husein. Algunas frases del discurso parecen tomadas de su predecesor. Pero Obama se queda en lugares comunes, algunos erizados de peligros. No coge el toro por los cuernos al no reconocer que más democracia, es decir, elección auténtica, va a significar más islam. Y que, como en gran parte del Tercer Mundo, democracia puede ser muy bien un hombre, un voto, una vez. Y que los purificadores que llegan al poder suelen corromperse muy deprisa. Y que es peliagudo derribar aliados e inhibirse ante los enemigos. Cuando se intenta aclarar sin conseguirlo, el resultado es un poco más de confusión.