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La Ruta Quetzal se despide de Perú para continuar su aventura por España

Los 224 expedicionarios de la Ruta Quetzal BBVA se despiden este viernes de Perú, país en el que han pasado los últimos quince días, para viajar a Madrid y continuar disfrutando su aventura por tierras españolas.

Durante las dos últimas semanas, los jóvenes ruteros, procedentes de 53 países, recorrieron el norte de Perú, desde el desierto Moche hasta la selva del Amazonas, y tomaron contacto con las principales culturas que poblaron esas zonas antes de la llegada de los incas. La expedición partió de la ciudad de Lima, donde fue recibida por el ex presidente peruano Alan García, quien les aseguró que en el viaje iban a descubrir "muchos perús distintos".

Y así fue, porque en su caminar los ruteros pudieron observar como tanto el paisaje, el clima y las costumbre locales se transformaban a cada paso, aunque en todo momento pudieron sentir la hospitalidad de los pueblos que les acogieron. Tras dos días en Lima, la Ruta Quetzal acampó en Huanchaco, a orillas del Pacífico.

Fue la primera toma de contacto con la cultura y tradiciones moches que guardan sus secretos en las "huacas"(templos) de la Luna y del Sol, o en la del Brujo, donde descansa la momia de la "Señora de Cao", sacerdotisa que ejerció su poder en torno al siglo II después de Cristo.

En Huanchaco los ruteros conocieron también la técnica con la que los pescadores elaboran los "caballitos de totora", embarcaciones con las que surfearon sobre las olas del Pacífico antes de partir hacia Chan Chan, antigua ciudad chimú que llegó a albergar entre 30.000 y 40.000 habitantes. Tras hacer un alto en Trujillo, la Ruta viajó hacia Lambayeque e instaló su campamento en el Museo de las Tumbas Reales del Señor de Sipán.

Los jóvenes contaron allí con un anfitrión de excepción, el arqueólogo peruano Walter Alva, padre del considerado como el descubrimiento arqueológico más importante del mundo tras el de Tutankamon. La etapa más académica de la expedición dio paso a la aventura con la llegada de los ruteros a la región amazónica peruana.

Desde la localidad de Tingo, los chicos y chicas de la Ruta ascendieron por inclinadas laderas montañosas hasta la fortaleza de Kuélap, ubicada en el cerro de la Barreta a unos 3.000 metros sobre el nivel del mar, donde instalaron su campamento. Fue la primera de las dos duras caminatas sucesivas que tuvieron que enfrentar, aquejados de resfriados y enfermedades intestinales que mermaron sus fuerzas.

El 'soroche' o mal de altura se hizo notar entre los expedicionarios que llegaban de recorrer la costa, y en muchas ocasiones el equipo médico que los acompaña tuvo que emplearse a fondo.

También lo tuvo que hacer un día después, cuando lo ruteros visitaron la catarata de Gocta, la tercera más alta del mundo con 771 metros de altura, en una inicial tranquila jornada a pie que se convirtió en diez horas de ascensos y descensos por la selva hasta llegar a la laguna sobre la que cae el agua en cascada.

Ni el baño en sus gélidas aguas sirvió para aliviar a los jóvenes más debilitados, que tuvieron que ser transportados en mulas y caballos finalmente hasta el pueblo de Cocachimba. El descanso les llegó, por fin, en Chachapoyas, localidad en la que conocieron la cultura del mismo nombre y convivieron con los vecinos de la vecina localidad alfarera de Huancas.

La expedición realizó una última parada antes de regresar a Lima en Zaña, pueblo en el que se asentó parte de la comunidad afroamericana de Perú. Cuando llegue mañana a España, la Ruta Quetzal BBVA instalará su campamento en el Canal de Isabel II de Madrid.

Durante cuatro días recorrerán la capital, sus museos, y sus alrededores y serán recibidos por los reyes, Juan Carlos I y Sofía, en el Palacio del Pardo, antes de emprender viaje rumbo a Navarra.

Los jóvenes ruteros se llevan de Perú todo el aprendizaje sobre sus culturas y tradiciones, pero sobre todo, "el calor y la hospitalidad de su gente", que les acogió como a una gran familia durante todo el viaje.