Teatro

Rusia

«Veraneantes»: quién necesita unas vacaciones

Para triunfar no hay que pensar en el público... Tantos estudios de marketing para esto. Pues sí, éste podría ser el eslogan de Kamikaze Producciones, los creadores del fenómeno «La función por hacer», esa reescritura actualísima de «Cinco personajes en busca de autor» que se gestó para las sesiones golfas del hall del Teatro Lara y que, 150 representaciones después, se ha convertido en el triunfador de la temporada y máximo favorito para los premios Max.

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El cooperador principal de tal excepción escénica es Miguel del Arco, curtido en la traducción de grandes dramaturgos foráneos y fogueado en las teleseries.

Cambio de registro
Su pluma es tan hábil en el acercamiento de los acontecimientos escénicos ajenos como comprometida su dirección de actores con la verdad, sin artificios. Visto así, no es extraño que José Luis Gómez los fichara para La Abadía, donde cinco de los actores de este teatro se han sumado a la compañía del anterior montaje.

No hay que dormirse en los halagos, ha insistido cada día de ensayos Del Arco a su tropa: «Notamos la presión del éxito porque sabemos que hay bastantes expectativas con esta producción –admite el director–, pero se lo he comentado al reparto desde el primer día: ‘‘Hagamos un montaje completamente diferente, con unas dinámicas distintas''. Para empezar, éste dura dos horas y media, en las que prácticamente no existe trama.

Se trata del verano de unas personas incapaces de poder conciliar sus sueños con su vida». Respecto a la duración, entienden que, aunque el público haya perdido, como el resto de los humanos criados con Youtube, la capacidad de concentración, confían en la potencia de la propuesta para mantener su atención.

Sí repite la fórmula de la adaptación de un texto de autor clásico, respetando más el fondo que la literalidad de los diálogos y situaciones. En este caso. Gorki, ¿Por qué? «Estos personajes son de la alta sociedad de 1904, en la que el trabajo aparece como una forma de liberación para el hombre, es decir, no han trabajado en su vida. Aunque hablan de lo mismo: angustias vitales, liquidar al adversario para conseguir lo que deseas...

No quería que el público tuviera que hacer ningún tipo de traslación, sino que entrara directamente sobre la historia. Es gente a la que, en ese tiempo de vacaciones, todo la impulsa a ser feliz, pero me interesaba que fueran personas de hoy en día: políticos, constructores, médicos... No me atrevería a reescribir a Shakespeare porque tiene una gran carga poética y metafórica, pero de Gorki me interesaban más las atmósferas, la estructura, que la carga literaria», subraya Del Arco.

Así que el ambiente de este veraneo tiene poco que ver con aquél de Rusia en 1904, ya que sopla la brisa del Mediterráneo durante 2011 en un escenario lamido por una iluminación discotequera y rodeado por el público en sus cuatro flancos. La envoltura es otra, pero la filosofía es la misma, porque, aunque nos empeñemos en que las comedias son para el verano, en la vida no suele ocurrir así.

Uno empieza las vacaciones dispuesto a dejar la mente tan en blanco como las toallas del hotel y acaba dándole vueltas absolutamente a todo: «Somos animales de costumbres, estamos agarrados a la rutina, y cuando desaparece y tenemos todo el tiempo para convivir con los nuestros y pensar en qué es tu vida... La literatura está llena de cenas trágicas de Navidad, las cifras de divorcios se disparan en septiembre, etc...», reflexiona el director.

La diferencia fundamental entre aquéllos y nosotros, según la propuesta, es que ellos aún creían que la revolución era posible, mientras que a los humanos occidentales de ahora nos cuesta levantar la voz para otra cosa que no sea llamar a un taxi: «En la sociedad del bienestar cada uno defendemos nuestra parcelita. En ella cada vez es todo más pequeño, a pesar de vivir en un mundo globalizado. Así que ahora es más difícil hacer una revolución, porque para ello hay que ceder de lo propio y nadie quiere hacerlo», sostiene el responsable de la compañía.

Más allá de su habilidad como escritor, la crítica se rindió a una interpretación muy naturalista con unos actores que parecían haber olvidado que pisaban un escenario, y menos, a tan pocos centímetros del público. Es una filosofía grupal que persiste en este estreno y que tiene mucho que ver con el proceso de ensayos. Así lo cuenta el director y lo corroboran sus actores. Comenta Del Arco que «puedo hacer teatro sin escenografía, sin luces... aunque no sin actores.

Es la pieza más importante y frágil de todo el proceso, los entiendo porque también he sido intérprete y me entusiasma el trabajo con ellos. Siempre escribo un pretexto que se cierra cuando ellos intervienen. Soy muy objetivo con el texto; si no me suena, lo quito aunque sea mío. Hemos pasado épocas raras en este montaje. Al principio fue divertido que cada personaje llevara el nombre del actor que lo interpretaba, pero luego ha resultado complicado».

Asiente Israel Elejalde, uno de los fijos del grupo: «Ésa es una manera de evitar el artificio, de quitarse la máscara cuando estás en escena, ya que interpretas a alguien que no eres tú, pero que tiene mucho de ti. Posee algo muy turbador porque se ven cosas de nosotros mismos en escena, aunque aparezcan transformadas». Para Bárbara Lennie, otra de las veteranas, ha supuesto un sacrificio gozoso, pues, «a veces, tienes que tocar cosas de ti que no quieres afrontar y mucho menos delante del público». La delgada línea entre la verdad y el teatro vuelve a estrecharse con ellos.

Con la espert edades
Miguel del Arco (arriba) admite que ha sido un año «bestial», sin duda, el de su consolidación. Su polivalencia le había hecho transitar por caminos como escribir y dirigir teleseries –«La sopa boba», «Lalola»– o adaptar a Marivaux. Aupado por «La función por hacer», el Teatro Español representó «El proyecto Youcali», una creación propia, y luego le invitó a dirigir a Nuria Espert en el monólogo «La violación de Lucrecia». La actriz se ha llevado las mejores críticas de los últimos años y él se deshace en elogios hacia la veterana: «Lástima no haberla descubierto antes», asegura.