El derbi de Champions

Roma
El acuerdo pactado en Roma entre las cuatro grandes economías de la eurozona proporciona un respiro a España. También señala el lugar que nos corresponde: entre los líderes de la Europa moderna. Este papel le corresponde a España por la dimensión de su economía, por la situación estratégica de nuestro país, por su transición y consolidación democrática… y por la voluntad de cambio expresada con la mayoría absoluta otorgada al Partido Popular para poner en marcha un programa de reformas.
El acuerdo de Roma también parece consolidar una cierta relajación de la posición alemana. Además de esta gran concesión, hay algún otro apartado más dudoso, en particular la instauración de la tasa Tobin, que la City londinense acogerá con euforia ahora que por fin se perfilaba una unión bancaria continental que podría haberle hecho sombra como gran centro financiero europeo. Sea lo que sea, la nueva situación europea parece poner de manifiesto un equilibrio frágil, forzado por las circunstancias, entre ellas las elecciones presidenciales norteamericanas. Se ha llegado a un compromiso entre los alemanes, que no quieren hacer suya la deuda de los demás, y los franceses, que todavía no parecen haber abandonado la idea de que son los alemanes los que deben pagar los gastos del resto.
Los españoles no deberíamos quedarnos a la sombra de esta última posición. El respaldo con el que cuenta el Gobierno de Rajoy es de por sí un argumento económico, además de político. A diferencia de Francia, que se ha ensimismado en una actitud inmovilista, lo que los españoles han elegido es un programa reformista, el mismo que se ha ido poniendo en marcha en estos seis últimos meses.
Por eso lo lógico es que el respiro de estos días sirva para seguir profundizando en esas reformas. El Gobierno tiene por delante tres años para realizarlas y consolidarlas. El derroche autonómico, el abuso en regulaciones, el coste del Estado del Bienestar, el exceso de funcionarios y el estatuto de la función pública, las infraestructuras inútiles, el despilfarro en «cultura» (más exactamente, incultura)… la sociedad española está pidiendo cambios valientes, que continúen lo ya realizado. España presenta muchos problemas, pero tiene a cambio una ventaja. A diferencia de lo que ocurre en Italia y en Francia, los españoles están abiertos al cambio: no les dan miedo la globalización ni la apertura. Ésa es la única manera, además, de consolidar el nuevo papel de España. La crisis que estamos atravesando es la crisis de un modelo europeo, un modelo económico basado en el déficit y en la deuda. Como se ha demostrado, este modelo es insostenible. Habrá que contribuir a construir una Europa distinta o hundirnos con la vieja.
El derbi de Champions