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La Razón
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Cristiano Ronaldo fomentó en el Camp Nou la teoría de que en los grandes partidos se deslee cual azucarillo. Sergio Ramos justificó la idea de que no es de fiar porque pierde con facilidad el oremus, consecuencia de no poseer cabeza bien amueblada. La presencia de Özil y Khedira magnificó la línea media barcelonista, la misma que derrotó a Alemania en que jugaban ellos en el Mundial de Suráfrica.
José Mourinho no justificó su gran fama, de la que no se le puede desposeer, porque lo que se le ocurrió para intentar mejorar el resultado fue cambiar a Özil por Lass Diarra, con lo que pretendió potenciar la contención en lugar de relanzar el ataque. Se acongojó y ni siquiera salió del banquillo a dar órdenes como acostumbra.
Benzema quedó en evidencia y, además de no mejorar las participaciones de Higuaín, propició que se lamentara el no haber fichado a Villa en su lugar. El asturiano marcó dos goles y acabó con las insidias de Mourinho. El entrenador madridista, de vez en cuando, manda a la hoguera a un jugador para no cargar con las culpas. Por el empate ante el Levante pagó Pedro León. Por la derrota frente al Barça mandó al catafalco a Marcelo. En la conferencia de Prensa no justificó a los jugadores.
El Madrid cayó ante un equipo españolísimo: Valdés, Piqué, Puyol, Xavi, Busquets, Iniesta, Pedro y Villa, a quienes acompañaron Bojan y Jeffren. El Barça que derrotó al Real Madrid salió de La Masía.