Catolicismo

Alegraos

Es necesario que en la conciencia del hombre resurja la certeza de que existe Alguien que tiene en sus manos el destino de este mundo

La Razón
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El verdadero, el grande, el dichoso mensaje de la religión cristiana: Dios, todopoderoso y eterno, es nuestra felicidad. Dios es el gozo, la bienaventuranza, la plenitud de la vida, no sólo en sí sino para nosotros. Dios se ha revelado en el amor, ha escuchado nuestro clamor. Dios ha tenido corazón para toda deficiencia, para nuestra cautividad, para nuestro pecado. Se ha ofrecido a nosotros como misericordia, como gracia como salvación, como sorpresa regocijante y gloriosa. Este es el mensaje a María en la Anunciación: «¡Alégrate!». El mismo cuando nace Jesús a los pastores: «¡Alegraos!». El mismo en la visita a Isabel. El mismo de la Pascua: «¡Se llenaron de alegría al ver al Señor!».Nuestra religión es una religión de salvación, de alegría. Entre nosotros resuenan aquellas palabras de Pablo: «Alegraos, os lo digo de nuevo, alegraos, estad siempre alegres en el Señor, os lo repito, estad, siempre alegres». Esta es la verdadera religión, nuestra religión, nuestra espiritualidad: el gozo de Dios. Este es el regalo que nos trae Cristo al mundo: la alegría, el gozo, la paz de Dios.¿Seremos capaces de hacer comprender a los hombres de nuestro tiempo este mensaje religioso: Dios es la alegría, nuestra alegría y nuestra dicha?¿Quién nos escucha?¿Quién nos cree verdaderamente? Tal vez no tengamos éxito en este anuncio. No nos creen frecuentemente los hombres del pensamiento, enfrascados en la duda y los problemas. No nos creen los hombres de acción fascinados en el esfuerzo por conquistar la tierra. No nos creen los jóvenes, arrastrados por la civilización del disfrute a toda costa. Es la suerte del Evangelio en la humanidad, el cual significa precisamente anuncio dichoso, buena noticia. Dios es la verdadera, la suprema felicidad del hombre. Permanece esta pedagogía para enseñar a los niños y los jóvenes: Sí, en efecto, la fe es misterio. Cristo lleva la cruz, la vida es deber, pero sobre todo Dios es la alegría y la dicha, la felicidad. Para los pobres, para los afligidos, para los hambrientos de justicia y de paz es el Reino de Dios. No tengamos miedo. ¿Por qué? Porque el hombre ha sido redimido por Dios. No tengamos miedo. Dios ha amado al mundo. Lo ha amado tanto que ha entregado a su Hijo Unigénito. Hijo de Dios que se hace Hijo del hombre para que los hombres seamos hijos de Dios, La redención impregna toda la historia del hombre, también la anterior a Cristo, y prepara su futuro último y definitivo. Es la luz que brilla en la oscuridad y que la oscuridad no ha recibido. El poder de la Encarnación, de la Cruz de Cristo y de su Resurrección es más grande que todo el mal del que el hombre podría y debería tener miedo. Es necesario que en la conciencia del hombre contemporáneo resurja con fuerza la certeza de que existe Alguien que tiene en sus manos el destino de este mundo que pasa. Alguien que es el Principio y el Fin de la historia individual, tanto la individual como la colectiva. Y este Alguien es Amor. Amor hecho hombre, Amor crucificado y resucitado, Amor continuamente presente entre los hombres. Es el único que puede dar plena garantía de las palabras «No tengáis miedo».Él es nuestra gracia, Él es nuestra fuerza. No tengamos miedo a un Evangelio exigente. Adoptar lo que el Evangelio exige quiere decir afirmar la propia humanidad completa, ver en ella toda la belleza querida por Dios, reconociendo en ella, sin embargo, a la luz del poder de Dios mismo, también sus debilidades: «Lo que es imposible a los hombres es posible a Dios».