
Parlamento Regional
Asamblea abierta

Una tribuna vacía es la antidemocracia. Y una tribuna de exaltados también. Una tribuna sin invitados es el peor favor que se le puede hacer a la Asamblea. Y una tribuna vociferante hace un flaco favor al que grita y al que recoge las nueces. Una tribuna sin madrileños no tiene sentido. Y una tribuna con madrileños que no respetan a otros madrileños que les representan es peor que una tribuna vacía.
La presidenta de la Asamblea tendrá la obligación de velar por el normal desarrollo de los plenos. Y los tres grupos parlamentarios tendrán la obligación de hacer de ellos un espacio de debate, encendido si quieren, pero debate, sólo debate y nada más que debate. Pero entre estas cuatro patas –Elvira Rodríguez y los tres grupos– tienen la obligación de sentarse a negociar hasta que salga un acuerdo que permita a los madrileños volver a la tribuna.
Cada vez que le preguntan a los madrileños por la Asamblea son muchos los que no tienen claro lo que allí sucede: se acuerdan del «Tamayazo» y poco más. Pero si entre todos queremos hacer de esta cámara el mejor foro de debate regional empecemos por respetarla, unos, y por abrirla, otros. Y que cada palo aguante su vela.
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