Danza

La bailarina Alicia Amatriain deslumbra en su debut español como Julieta

La Razón
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El Ballet de Stuttgart desembarcó en el Teatro Real con la versión de «Romeo y Julieta» de John Cranko, una coreografía que, en los sesenta, convirtió la compañía en una de las mejores del mundo. La magistral versión alcanza su primer cenit en la escena del balcón, una intensidad que subieron al escenario Alicia Amatriain y Friedemann Vogel con un paso a dos que desveló la mayor virtud del ballet alemán: la expresión desvinculada de la pericia técnica. Esta versión apuesta por la interpretación gestual de todos los papeles, y desde el cuerpo de baile hasta la pareja principal cumplen con las exigencias mímicas. Sin embargo, la teatralidad que acompaña al movimiento también lo convirtió en secundario y, llegado el tercer acto, se echó en falta la aportación del baile al conjunto, rescatado por una expresividad contemporánea, lejana de los postulados estéticos y ya algo anticuados establecidos por Petipa. Con todo, Amatriain destacó en su primera actuación en España como una gran primera bailarina. Un resbalón inmerecido al principio se convirtió en anecdótico a medida que se sucedían los pasos, y su técnica, sólo cuestionable en el giro, rozó la imposibilidad física. Su ejecución encontró el reflejo idóneo en la de Vogel, que construyó un Romeo muy sincronizado con su Julieta. El cuerpo de baile y los solistas, arropados por la escenografía de Jürgen Rose, lucieron en las luchas de espadas y festejos.