Ibiza

Llega «Él»

La Razón
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El físico, ser o no ser (bello) añado a Shakespeare, es lo menos democrático que existe. La errática confabulación de los genes crea un amable sistema de castas, de intocables y privilegiados, que no por epidérmico no deja de ser dañino. Viene a cuento esto por Cristiano Ronaldo. De sus atributos deportivos, nada que decir, de los otros… Valdano estuvo atinado cuando dijo que era una postal futbolística, pero no sólo eso. Ahora que se desliza, no anda, por piscinas, yates y demás prerrogativas concebidas para los campeones, le miro, le remiro y no sé con cuál opción quedarme: si dejarle una carroza del Orgullo Gay, que no es ni malo ni bueno, o ponerle de gancho hetero para cualquier discoteca de playa, cual chulazo de turno que venda entradas a todas las chicas que se pasen por allí. Desde Levante hasta Ibiza hay muchos como él, demasiados, de esos que, para conocerles, aunque sólo sea para tocarles el hombro para que te dejen entrar al baño, exudan la presunción de que hay que tener un pase «vip» para disfrutar de tal privilegio. Juzgarle por ese cuerpo que sustituye las neuronas por las feromonas será injusto o no, es lo que se ve y lo que se percibe, que muscula cada centímetro de su ser para ser un campeón en lo suyo y en la trastienda que no trasciende de lo demás. El caso es que el chico está encantado de conocerse y de que le conozcan. E irradia esa sensación de que no me beso porque no llego que, como poco, desasosiega. En el fútbol sé que va a entretener lo suyo, en el entremés entre partido y partido también. En sí mismo es un parque temático, tan artificial como divertido. Llega Ronaldo el guapo y el resto a escondernos.