Francia
Para nada
El riesgo más grande que corre España con la inaudita visita de su ministro de Exteriores a Gibraltar es que, de hecho, se oficializa el reconocimiento del actual estatus de la colonia británica, algo jamás acontecido durante los 300 años de ocupación. Y si España admite ese estatus es lógico que, en el futuro, lo hagan también otros países. ¿Con qué autoridad vamos a criticar que un ministro de Francia o Alemania, o la misma Familia Real británica, programe un viaje oficial a la Roca, si nosotros mismos somos los primeros en hacerlo? Parece como si renunciáramos a la antigua reivindicación de un «Gibraltar español», para convenir que Gibraltar es una cosa de los gibraltareños.Lo peor de la visita es que no atisba beneficios. Ni se accede a hablar de soberanía ni se solventa el litigio sobre las aguas ni hay garantías de que el Peñón vaya a dejar de ser un paraíso fiscal o una lavadora de dinero negro. Caruana lo tiene claro, y lo dice: no hay avances en nada.Luego si no hay avances, pero si un reconocimiento de facto del actual estatus, ¿a qué vamos a Gibraltar? La política de abrazos y puertas abiertas beneficia a la colonia y a sus dirigentes, pero poco a España. Tienen derecho a la autodeterminación, un prefijo telefónico internacional y una posición económica envidiable. ¿Para qué van a querer ser españoles si como están ahora les va de maravilla?
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