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Pistolas de capricho: el sello del asesino profesional

Los criminales ya no se conforman con cualquier cosa. En los tiroteos más llamativos de los últimos tiempos se han usado pistolas muy sofisticadas. De hecho, el mercado negro de las armas de fuego nunca había estado tan bien surtido como ahora.

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El presunto miembro de «los Miami» que entró en la discoteca Heaven Palace del centro de Madrid tuvo un encontronazo con el personal de seguridad. Salió de allí enfadado y tal vez herido, fue a su coche y extrajo una pistola Glock de 9 mm como la que utilizara Cho Seung-Hui en el tiroteo en el que acabó con 30 personas en la Universidad de Virginia Tech en abril de 2007. Cuando fue detenido todavía la llevaba en la mano.
Varios detalles llaman la atención. El supuesto homicida regresó a la discoteca y disparó en el cuello a uno de los porteros, Catalin Stephen, de nacionalidad rumana, aunque relacionado con el llamado «clan de los búlgaros». Después salió a escape hacia la calle Arenal, rumbo a la Puerta del Sol, perseguido por otros guardias y un joven relaciones públicas. El ahora detenido, C.M., de 36 años, está imputado de hacer nuevos disparos con su arma. Un transeúnte recibió un disparo en la pierna; otro portero, dos nuevos impactos; y el relaciones públicas, dos tiros que le mataron en el acto.
Suben los honorarios
Esta pistola de la marca Glock es la descendiente directa de las Star o Llama españolas, aunque con un punto de sofisticación jamás alcanzado por las nacionales. Parece que esta Glock incluso tiene algunas piezas de plástico, lo que indicaría una mayor facilidad a la hora de pasarla por la frontera. Como dijo Hemingway, «el pistolero es un especialista y, al igual que el boxeador, ha aumentado sus honorarios».
Sorprende que este individuo llevara una pistola como si tal cosa, sin miedo a ser descubierto. También que no se tratase de un arma cualquiera, sino de una 9 mm de capricho. En el cada vez mejor abastecido mercado negro de nuestro país lo más destacables es precisamente eso: el capricho.
De los dos tipos de mediana estatura que subieron a la quinta planta del Hospital 12 de Octubre, el que disparó utilizaba una pistola de 9 mm corto, es decir, una antigualla de capricho. Se trata de un arma de guerra, de la defensa que llevaban los Policías nacionales cuando eran «grises» o la Guardia Civil antes de ser dotada con la parabellum.
Como todo el mundo puede entender, la ejecución de Leónidas Vargas, uno de los 19 narcos más perseguidos del mundo, no es cosa de aficionados. La escena recuerda la primera parte de «El Padrino», cuando tratan de rematar al capo tendido en una cama del hospital. La vigilancia se retira, pero Al Pacino llega a tiempo de salvar a Marlon Brando, su padre: Vito Corleone. En el 12 de Octubre apenas había vigilancia policial. Nadie se fijó en los dos tipos excesivamente abrigados en el mar de calefacción de la planta de coronarias y trasplantes. Uno de ellos entró en la habitación 543. «Oiga, ¿es usted Vargas?», dijo. El enfermo señaló a su compañero de al lado. El desconocido sacó su nueve corto con silenciador y disparó tres veces a la cara y otra al cuerpo, a bulto. Un tiro con silenciador es como el descorche del champán: pum, pum, pum. Y se fueron sin despedirse. El tirador era un tipo de mano firme, acostumbrado a la vieja nueve corto, un arma fiable, aunque superada por cualquiera de las modernas 9 mm. No obstante, para disparar por debajo de los dos metros cualquiera sirve, y entonces, lo que se busca no es tanto la precisión, la maravilla técnica, sino la comodidad.
Como un novelista
El sicario acostumbrado a la antigualla deja ver su fuerte personalidad, como el viejo novelista que escribe con la estilográfica. Se trata de un rasgo más del estilo, despreciando el bolígrafo y hasta el ordenador. Cela incluso mojaba el plumín en un tintero porque decía que no sabía llenar el depósito. En efecto, es cuestión de estilo: un criminal barroco, que se asegura con cuatro balazos, pero a la vez sin renunciar a la impronta propia. Tiene que ser uno de esos especialistas que, como decía Hemingway, han subido los precios como los boxeadores.

Sicarios que improvisasn
Una hora después de que los alrededores de Ópera quedaran sembrados de muertos, caía herido un colombiano de unos 30 años. En este caso, el arma podría ser de otro tipo de sofisticación: el amaño del fogueo con un proyectil modificado. Sucedió a la salida de una discoteca de la calle Puebla, en pleno centro de Madrid. A la víctima la esperaban dos agresores que le dispararon en la cabeza. Podría ser un ajuste de cuentas, pero aquí usaron lo que tenían más a mano.

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