Gobierno de España

Rajoy acorrala a Zapatero que achaca los cambios de Gobierno al G-20

Rajoy acorrala a Zapatero que achaca los cambios de Gobierno al G-20
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MADRID- Uno llega puntual al pleno de la Cámara y, de repente, escucha a Rodríguez Zapatero que glosa por enésima vez los orígenes de la crisis financiera, las medidas planetarias para combatirla, la posición de España en el mundo y los primeros efectos de su Plan E. Desconcierto. El orden del día anuncia una comparecencia del presidente para explicar los motivos de la remodelación de su Gobierno. Miradas atónitas en los escaños y en las tribunas de prensa... El presidente va por el folio once de su discurso, el último, y.... hasta el antepenúltimo párrafo no llega a la cuestión. Sólo unas líneas para enmarcar los cambios del Ejecutivo en el desarrollo de los acuerdos del G-20. ¿? Además del cambio de ritmo que avanzó, ahora añade los acuerdos de la última cumbre financiera para justificar el nuevo Gabinete.Es el turno de Mariano Rajoy, y entra a degüello, claro. El presidente se lo ha puesto en bandeja y el jefe de la oposición, ocurrente e irónico, destroza el discurso presidencial: «... No he entendido nada. Hoy nos hemos enterado de que el señor César Antonio Molina ha sido cesado como consecuencia del G-20. Es lo único que he entendido de las explicaciones que le he escuchado». Las carcajadas traspasan los muros del hemiciclo. Y el jefe de la oposición sigue adelante, dice que la gestión económica es «un fracaso sin atributos», y acusa al presidente de ser el «mayor problema» para la solución de la crisis. De ahí que sostenga que los cambios en el Ejecutivo no vayan a cambiar nada porque, «al no querer enmendar las políticas, marchamos mucho más resueltamente al abismo». «Y usted nos habla –prosigue– de esperanza a palo seco. El día que un médico no me ofrezca más que esperanza a palo seco, sabré sin duda que me estoy muriendo». Luego, reprocha a Zapatero que «no haya escogido a los mejores». No quiere entrar en detalles sobre los nuevos ministros, pero menciona a la vicepresidenta económica, Elena Salgado: «No se sabe nada de ella en materia económica y, en consecuencia, es imprevisible». ¿Cuál será su tarea? ¿La ha colocado usted para que ponga freno al despilfarro o simplemente para que anote los gastos y suba los impuestos?» Todos estos cambios, colige, «unos voluntarios y otros no tanto, son un gesto más en una política de gestos, un decorado de cine que sólo engaña cuando se ve de lejos, aunque en algunas cosas sí hemos apreciado muy bien el cambio de ritmo, en las comedias fotográficas».Huelga decir que sacó a colación la polémica entre el Gobierno y Miguel Ángel Fernández Ordóñez, al hilo de la sostenibilidad del sistema de pensiones. Rajoy se baja de la tribuna dirección a su escaño. La bancada popular se levanta y recibe a su jefe como si acabara de cortar dos orejas en Las Ventas.No es nuevo –desde el 1 de marzo– que todos los grupos coincidan en la crítica al Gobierno, pero es que en la mañana de ayer, además de converger en la censura, comparten argumentos, análisis y afirmaciones. Casi todos siguen la misma línea argumental: Zapatero no ha aclarado los cambios, la política económica no es acertada, hay una tendencia constante a fotografías endogámicas. El presidente, además de ministro de Deportes, ha decidido también serlo de Economía y la mejor prueba del desconcierto es la ida y venida de transferencias entre departamentos... El portavoz de CiU, Josep Antoni Duran Lleida, apela a la «improvisación» y Erkoreka (PNV) censura que el nuevo organigrama del Gobierno no haya reducido las estructuras administrativas. Y Joan Ridao (ERC) acuña lo del «teatrillo de fotos endogámicas» antes de concluir que «el problema no es de caras, sino de política». Conclusión: a Zapatero no le queda un amigo, al menos en el Parlamento. Y, en lugar de reconstruir puentes, carga contra los adversarios. De Rajoy dice que carece de «autoridad moral por su hoja de servicio» y que le quedan «muchas asignaturas que aprobar»; de Erkoreka, que se ha subido al «estilo del chascarrillo» y que su crítica es «tontorrona y superficial»; y de Duran, que le falta «coherencia». Eso es justo antes de vaticinar la fortaleza de la Seguridad Social, de la que dice que tendrá superávit cuando acabe 2009 (5.500 millones) y pusiese en valor la independencia de Fernández Ordóñez. El presidente tiene un problema, y no sólo de geometría variable.