Miranda de Ebro
Realismo y escepticismo
Es necesario saber que Patxi López en la lehendakaritza no es sinónimo de transformación total en el País Vasco
Mañana martes, si todo sale según lo previsto, Euskadi vivirá un momento que ocupará, por lo menos, una página en la historia del nacionalismo vasco. Sus historiadores deberán explicar por qué tres décadas después del fin de la dictadura franquista y de la instalación del régimen nacionalista, con todo el poder institucional a su favor, los «españolistas» –en lenguaje nacionalista–, los han derrotado y presidirán el Gobierno de Euskadi y la Cámara de Vitoria. No está mal para empezar a cambiar el escenario, si el acuerdo PSE-PP perdura y no ha sido una estratagema cuyo único fin era sentar a Patxi López en Ajuria Enea con nulo coste político en el resto de España. Un pacto con el PNV en las actuales circunstancias hubiera abocado al PSOE al fracaso en las europeas de junio, porque de Miranda de Ebro para abajo nadie hubiera entendido que desaprovechara la oportunidad de desalojar al nacionalismo del poder. Pero la situación generada en Euskadi va a dejar a Zapatero sin los votos peneuvistas en el Congreso, una coyuntura que puede forzarle a disolver el Parlamento y verse obligado a adelantar las generales. Por ello no es descabellado pensar que después de junio, trate de recomponer su relación con el PNV. En cualquier caso, aunque el futuro acontezca conforme al acuerdo PSE-PP, tampoco conviene engañarse. Es necesario saber que Patxi López en la lehendakaritza no es sinónimo de transformación total en el País Vasco, sino sólo el inicio de una andadura lenta hacia la recuperación de la libertad para todos, hacia la desaparición de dos categorías de ciudadanos; en definitiva, hacia la normalización en la convivencia. Es más, quizás reverbere la violencia, en cualquiera de sus modalidades y puede que, el PNV desde las diputaciones, recaudadoras de impuestos, ponga trabas económicas al Gobierno. Por ello, cuanto antes, el PSE tendría que devolver al PP la diputación de Álava que regaló a los nacionalistas. También porque entre ambos partidos la relación ha de ser leal y porque no estaría mal un gesto a cambio del apoyo desinteresado que garantiza a López la estabilidad parlamentaria.De todo lo leído y escuchado estos días me interesó una frase pronunciada por el futuro lehendakari en un acto interno del PSE; pidió a los militantes apoyo cuando sus decisiones no hayan sido adoptadas pensando en el bien del partido sino en lo mejor para el conjunto de la sociedad. Significa que no quiere actuar de forma partidista y que, a diferencia de sus antecesores, no tiene intención de practicar una política «frentista» que excluya a la mitad de la sociedad y genere enfrentamiento entre los vascos. Frente a las buenas intenciones de López, el escepticismo de Ares, que califica la etapa de «difícil y delicada», porque PP y PSE son dos partidos que presentan proyectos y políticas diferentes. Un argumento nada elaborado si miramos a los socios o ex socios de su partido en el resto de España. Más parece fruto de los complejos y la vergüenza que produce en algunos socialistas el acuerdo con el centro derecha. Pero las circunstancias mandan y éstas, de momento, han obligado al PSOE a sacar al PP del cordón sanitario.
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