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Sexo grammys y «Rocknrolla»

La Razón
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Guy Ritchie, el chico Ricacorbata, estrena por fin en España su nueva película, «Rocknrolla», donde vuelve a explorar los bajos fondos londinenses de la canalla rufianesca, chapoteando en el realismo sucio de cuero grasiento, violencia fácil y pringadas ambiciones de chusma de peligrosa estofa. Un territorio en el que se maneja a gusto y se siente como pez en el fango, recuperando sus orígenes de cineasta independiente retratista de la caterva pillastre, que contrasta con su actual imagen de señoritingo atildado afincado en casoplón y forrado hasta los cuernos tras su jugoso divorcio de Madonna. Hay quien considera una contradicción dedicarse a escarbar en la mugre para escribir historias de miseria y sangre turbia mientras por otro lado se disfruta de una vida de amor y lujo, cuando en realidad no son más que diferentes facetas del mismo pedrusco sentimental. También decían que Ritchie desentonaba y parecía demasiado finolis y estiradillo para una estrella tan de braga quitada y olor a sexo como su ex, pero el dinero tiene eso, que vale igual esté arrugado y guarro que recién lavado y planchadito.

Lo mejor de lo peor
Así es el triunfo en el mundo del rock, o cómo engrosar las cuentas bancarias glosando la inadaptación, la rebeldía y las costumbres tirando a escandalosas. Ahí teníamos a Madonna como reina indiscutible, pero este año la han dejado como si dijéramos eliminada en segunda base, dadas sus aficiones por el béisbol y sus bateadores. Al tiempo que en los Grammy regresa la gran bruja dorada, Tina Turner, haciendo temblar la tierra con su glorioso culo provecto junto a Beyoncé mientras la inefable heroína apologista de los malos hábitos y prácticas de riesgo, Amy Winehouse, es de nuevo protagonista feliz de un cuento de hadas oscuras y colocones recompensados. Todo consiste en encontrar la sintonía para encontrarle el arte y el gusto a lo mejor de lo peor.