Literatura

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Un triángulo de amor bizarro

Un triángulo de amor bizarro
Un triángulo de amor bizarrolarazon

Dos nombres han acaparado el repaso a los mejores discos del año recién concluido: Nacho Vegas y Christina Rosenvinge. Algo similar ha ocurrido en las listas de libros con «Ya sólo habla de amor», la última novela de Ray Loriga. Y es cierto que, por separado, son tres de las obras más potentes de los últimos doce meses. Pero su valor se dispara al degustarlas en paralelo: así se convierten en una arrebatadora trilogía sin precedentes en el «indie» patrio.
No hace falta que nos remontemos a Quevedo y Góngora para encontrar artistas que aprovechan sus obras para mandarse recaditos más o menos crípticos. Ahí están las puyas que se lanzaban Blur y Oasis en su pugna por el cetro del «brit-pop». O los reproches mutuos de Pete Doherty y Carl Barat en los temas de los Libertines. Pero no es algo habitual en el pop español y menos con tres personajes de este nivel. De ahí el interés que ha suscitado este «triángulo de amor bizarro», que diría el temazo de New Order.
Primero, los hechos. Durante más de una década, Loriga y Rosenvinge fueron la pareja más «cool» de la independencia española. Sin embargo, su matrimonio se rompió hace un par de años y, meses después, la cantante grabó un disco junto a Vegas, «Un verano fatal». Fue la crónica sonora de un romance que la pareja nunca confirmó, pero tampoco se molestó en ocultar.
Así llegamos a finales de 2008, cuando estas turbulencias emocionales cuajaron en una apasionante trilogía que llegó a las tiendas con un margen de escasas semanas. Abrió fuego Loriga con «Ya sólo habla de amor». La novela surgió de una invitación a un congreso para disertar sobre la derrota en la literatura. Por muchas vueltas que le dio, el escritor se vio incapaz de acabar la dichosa conferencia. Y, en cambio, le salió una novela sobre un cuarentón divorciado al que la derrota amorosa le impide cumplir el encargo de dar una charla.

Pudor
El juego de espejos resultaba obvio incluso para el lector menos suspicaz. Sin embargo, Loriga se mostró tajante al rechazar cualquier lectura frívola de la novela. «Hay gente que escribe sobre su perro y también se cuenta a sí mismo», declaró a este diario. «No me da pudor que haya algo mío en el personaje; lo que me daría pudor es escribir un libro malo».
Después llegó «Tu labio superior», el disco de Rosenvinge. Su tono era menos solemne, pero igual de confesional. Hay viñetas de coqueteos nocturnos, de tentaciones insoportables y de arrepentimientos mañaneros. Y también alguna frase lapidaria: «No pienso volver al infierno de la vida conyugal», concluye una de sus canciones. «Era inevitable que la gente interpretase las letras a partir de mi relación con Ray», aseguró. «He pasado por una ruptura, así que me apetece escribir de eso. Lo cual no quiere decir que sea literal: este disco no es una crónica».

Para un musical
Y, finalmente, llegó el evangelio según Nacho Vegas. Se trata de la pieza menos explícita de la trilogía, quizá porque él no sufrió en primera persona la ruptura. Pero las alusiones al romance son tan insistentes como juguetonas. Ahí aparece la campanilla que también hace «ting» en una de las canciones más explícitas de Christina. Además, ella le echa un cable en muchas de las canciones, entre ellas, en un delirante diálogo en «Lole y Bolan» en el que ambos ironizan sobre su bamboleante relación. «A mí, los cotilleos sobre nuestra relación hasta me hacen gracia», admitió Vegas. «A ella le molestan un poco más, pero se lo toma a broma. Igual un día juntamos canciones de los discos y montamos un musical sobre nuestras vidas en la Gran Vía».

Ray Loriga
«Todo lo que no es literatura es cotilleo». Así de firme se muestra Loriga ante las lecturas más «cuore» de su libro. El protagonista de «Ya sólo habla de amor» es un escritor cuarentón, divorciado, en pleno bloqueo creativo y atormentado por otro fracaso sentimental. Puede que toda novela tenga algo de autobiográfico, pero aquí el solapamiento rebasa lo puramente casual.

Christina Rosenvinge
«No pienso volver al infierno de la vida conyugal», escupe Christina en el verso final de la canción «Negro cinturón», una declaración de intenciones de un álbum sobre el despecho, la infidelidad y el magnetismo de los amores imposibles. «Estoy en tu portal planeando una atrocidad y sólo parte de esta furia es de origen hormonal», aúlla en «Tres minutos». Y eso por no hablar del primer sencillo, cantado a medias con Vegas, que incluye los versos más dulcemente sensuales del año pasado: «Tal vez no debí dejar que jugaras con mi falda. Qué difícil es guardar la distancia adecuada».

Nacho Vegas
El cantautor no rehúye el morbo sobre su «relación» con Rosenvinge. Ahí está el diálogo que ambos se marcan en «Lole y Bolan» y que culmina con una cita de Homer Simpson. Casi se escuchan las risas de ambos al imaginarse las infinitas interpretaciones que se harían de sus palabras. -A ver, Christina, dime, ¿a dónde nos conduce todo esto? -Yo que sé, Nacho, cada vez que creo que sé a dónde voy acabo en un sitio distinto, el destino es el único accidente posible. -No sé Christina, yo, yo estoy de acuerdo contigo en teoría, pero en teoría funciona incluso el comunismo.