Extrema derecha

Una jaula de grillos

A la nueva presidenta de los socialistas galos la han tildado de «guardiana de una casa muerta».

A Manuel Valls: «Si tus críticas sobre el partido reflejan lo que piensas, has de asumir las consecuencias e irte».
A Manuel Valls: «Si tus críticas sobre el partido reflejan lo que piensas, has de asumir las consecuencias e irte».larazon

parís-¿Está muerto el Partido Socialista francés? Oficialmente no, aunque muchos, y en sus propias filas, han certificado su defunción en los últimos quince días. Es una prueba de la delicuescencia reinante en una formación que continúa a la deriva ocho meses después de la pírrica victoria de Martine Aubry como primera secretaria, y sumida en un auténtico carajal tras el monumental fracaso en las elecciones europeas del mes de junio. Una guerra abierta, de trincheras, en la que los cruces de hostilidades evidencian la fragmentación de un partido carente de liderazgo, la frágil posición en la que se encuentra su número uno y las ambiciones de los cada vez más numerosos aspirantes a las próximas presidenciales de 2012.Pero más que por su deceso, sería más oportuno preguntarse a cuándo se remontan sus últimas señales de vida como primera fuerza de la oposición. Su voz es inaudible frente al rodillo gubernamental y cuando las circunstancias se prestan, como frente a la polémica ley Sarkozy contra las descargas ilegales por Internet, los socialistas carecen de unidad. Ése es su talón de Aquiles. El PS galo tiene tantos líderes como ambiciones presidenciales. Además de los impenitentes «elefantes» (François Hollande, Laurent Fabius, Bertrand Delanoë…), también atizan las nuevas generaciones que pretenden ser la savia nueva del «árbol seco» en que se ha convertido el partido según Jack Lang, el más popular ministro de Cultura de François Mitterrand, que hoy oculta apenas sus coqueteos con la derecha en el poder. De hecho, denuncia «el anti-sarkozysmo primario» como único argumento de los socialistas para combatir al Gobierno. En el ojo del huracán: Martine Aubry, origen y blanco a su vez, de virulentos ataques. Como el duelo dialéctico y epistolar en el que se enzarzaba, hace diez días, con el «díscolo» Manuel Valls, uno de los valores al alza. «Cállate o vete del partido» le asestaba la dirigente en una carta tras las repetidas críticas de Valls sobre su incapacidad para unir a los socialistas. La posterior réplica y una incendiaria tribuna en el «Financial Times» abrían la veda a un fuego abierto de acusaciones fratricidas. En ese artículo, Valls, azote del aparato del partido, no sólo sentencia el «peligro de muerte» en el que se halla el PS sino que, además, deja claras sus intenciones de bregar por el Elíseo abogando de paso por acabar con la nomenclatura.Otras voces disonantes se sumaban a la salva de críticas. Para Arnaud Montebourg, encargado de la «Renovación», no se puede mantener un partido «conservado en formol» y apuesta por su transformación reuniendo «todas las izquierdas». Julien Dray – al que la Justicia investiga por movimientos sospechosos de fondos en sus cuentas bancarias – tildaba a la primera secretaria de «principiante» y deploraba el «enquistamiento» del partido en los arcaísmos. Incluso el filósofo y escritor Bernard Henri-Lévi, afín al socialismo, acusaba a Aubry de ser la «guardiana de una casa muerta».Algo desamparada, la jefa de los socialistas, que descarta rotundamente renunciar a su cargo, se ha topado con un inesperado respaldo. El de su acérrima rival Ségolène Royal, aunque se antoja efímero. «No podemos aceptar que reduzcan el futuro de una gran familia a un culebrón cotidiano de pequeñas frases», aseguraba la ex candidata presidencial elogiando el esfuerzo «de todos aquellos, incluida Martine, que trabajan para levantar al partido». El culebrón, sin embargo, sólo se toma un descanso hasta finales de agosto, cuando los socialistas se reunirán en La Rochelle, en su anual universidad de verano.