Feria de Bilbao

Vacío al calor de Morante

 LAS VENTAS (MADRID). 16ª de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de Valdefresno, Fraile Mazas (1º, 3º y 5º) y José Luis Marca (2º sobrero), deslucidos en general. Lleno de «no hay billetes». Juan Bautista, de tabaco y oro, estocada baja (silencio); estocada contraria, descabello (silencio). Miguel Ángel Perera, de rosa chicle y oro, estocada, aviso, tres descabellos (saludos); estocada, aviso, tres descabellos (silencio). Alejandro Talavante, de marino y oro, estocada (silencio); estocada, tres descabellos, aviso (silencio). 

Vacío al calor de Morante
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Madrid-Todavía olía la tarde al toreo de capa morantiano del día anterior. ¿Cuántas tardes nos durará? ¿Y cuántas tardes nos obligará la feria con festejos así a tirar de memoria? Hubo un momento, uno de esos chispazos de engaño, de ilusiones ficticias, en los que uno quiere ver mar en el horizonte. Se puso Talavante muy serio con el capote. Era el segundo de la tarde y por derecho le correspondía su turno de quites. Más quieto que una vela citó al toro y en el último instante le cambió el viaje, del ¡ay! pasamos al olé! Parecía que rompía. A Perera le salió la vena de «el toro es mío y las palmas para mí» y replicó por gaoneras. Había momento torero. Sólo fue aquéllo, después cundió el hambre de bravura, que de eso poco hubo. Nos tragó el aburrimiento, duro como el cemento. Y debió ser que la mejor manera de calmar el cabreo ante la desidia es protestar al toro, aunque no haya motivo. Así se hizo con el quinto, se le pitó lo suyo y lo de otros. El palco fue duro, lo dejó en el ruedo y el animal no perdió las manos ni una sola vez durante la faena. Se encendió la luz: el toro se movía y estaba en las manos de Perera. Mas no fue el triunfo cantado. La iluminación fue de más a menos. Tapó defectos en las primeras tandas el torero, brilló en derechazos ligados y después el animal perdió fuelle y la faena intensidad. Perera no encontró la tecla para remontarla. Se extendió demasiado y ni el arrimón calaba a bien en los tendidos. En cambio, se imaginó el toreo en el segundo y lo moldeó aunque el animal que tuvo delante, sobrero de José Luis Marca, anduviera con la casta cogida por hilo, éste muy visible. Media arrancada justa. La faena no es que resultara grandiosa, pero estuvo perfecto para lo que tenía delante. Todo le valía, confió, luchó y fue a más. Podría haber desistido con la mitad y lo defendió hasta el final. Al cámara del Plus debió temblarle el pulso y la misma vida cuando el primero de la tarde saltó justo delante de sus ojos al callejón. El salto del de Fraile Mazas resultó perfecto, limpio, no tropezó ni una pata. Con ese toro apuntó Bautista en los albores, doblado, por bajo y poderoso y respondió el animal. Cuando el francés hubo de hacer faena llegaron las justezas de ánimo o de desánimo, el toro repuso y la sensación que quedó es que había más de lo que vimos. El cuarto era descaradísimo de pitones. Un «pavo» por delante, que se dedicó a topar más que embestir por el derecho y desarrolló malas ideas por el zurdo. Bautista no se condecoró con él y siguió la estela de su antagonista. El tercero del festejo protagonizó otro salto al callejón por el mismo lugar del tablero. Parecía que venían con el impulso aprendido del campo. ¡Señores a la retaguardia! ¡Uy! Esta vez quedó en intento. Iba el festejo por ese derrotero, el salto de valla. Talavante se llevó en la muleta los despojos de la falta de casta, qué poca gracia. No decía ni «mu» el animalito. Le hizo faena, en esa línea, la de acompañar ante el silencio. Mal papel para torero con anhelos. El sexto manseó y sacó problemas, aunque no los transmitía. Quiso el pacense justificarse, pero sus voluntades quedaban baldías para sacar algo en claro. ¡Qué grande fuiste Morante!