RDC

171 personas asesinadas en República Democrática del Congo sin un culpable a señalar

El número de víctimas en la matanza de Kishishe no deja de crecer, mientras las acusaciones de los actores implicados se entrecruzan sin que nadie quiera aceptar su participación en los hechos

Protestas contras la misión de la ONU en la República Democrática del Congo, MONUSCO
Protestas contras la misión de la ONU en la República Democrática del Congo, MONUSCOMoses SawasawaAgencia AP

El 29 de noviembre de 2022, 171 personas fueron asesinadas en la puerta de sus hogares en la localidad congoleña de Kishishe. Así lo especificó un conteo reciente de Naciones Unidas. La masacre fue supuestamente perpetrada por el M23, un grupo armado vinculado al gobierno de Ruanda que hace un año retomó las armas y asola desde entonces el este de República Democrática del Congo.

Todas las matanzas están configuradas por tragedias personales que representan en su totalidad una tragedia colectiva. Un ejemplo de Kishishe lo recitó a Human Rights Watch una mujer que se encontraba aquél 29 de noviembre en su casa, junto a su marido y sus tres hijos. Su casa era su hogar, su refugio, el que debería ser el lugar más seguro del planeta. Y de pronto, según confirma en su testimonio, su refugio, su casa se convirtió en un infierno terrenal cuando un grupo de milicianos del M23 echaron la puerta abajo, entraron en la estancia arramplando con todo, arrastraron fuera a los varones de la familia y les dispararon a bocajarro. A la mujer le dijeron que, si salía de la casa, también la matarían a ella. Su marido sobrevivió pese a la gravedad de sus heridas, su hijo se desangró en el suelo.

Números dispares

El primer conteo oficial de víctimas fue de 22 personas. A continuación se anunció que fueron 131 (102 hombres, 17 mujeres y 12 niños). Se habló de que 60 personas habían sido secuestradas y que la masacre se debía a una operación de castigo después de que el M23 hubiera sufrido numerosas bajas en su intento por tomar la localidad. Las cifras indicando el número de mujeres violadas bailaba en torno a las sesenta. El Gobierno congoleño llegó a estipular en 300 el número de víctimas, habiendo señalado previamente que fueron 272. Desde AFP se estableció el número de víctimas en 117. Un funcionario de la zona declaró que “en el pueblo estaban guerrilleros Mai-Mai, así como combatientes del FDLR y del M23, por lo que es difícil saber quién es el autor de los asesinatos”.

Esta última declaración coincide con las prestadas a LA RAZÓN por Willy Ngoma, portavoz del M23. Ngoma critica “la falta de voluntad a la hora de buscar la verdad” sobre lo sucedido en Kishishe el 29 de noviembre, mientras acusa el vaivén de cifras a que “el conteo incluye también a los fallecidos entre los combatientes, y no sólo a los civiles”. Niega categóricamente una estrategia de exterminio por parte del M23, mientras acusa a los bombardeos efectuados por los Mai Mai durante el combate de haber provocado un elevado número de muertes entre los civiles. Esta explicación choca de frente con el informe publicado este viernes por Amnistía Internacional, donde una serie de testimonios recogidos sobre el terreno señalan que “ellos [el M23] dijeron que todos éramos FDLR. Separaron a los hombres y les asesinaron”. Dicho informe asegura también que se llevaron a cabo violaciones en público y robos de cabras y alimentos.

Algunas voces aseguran en las redes sociales que la masacre tuvo motivos étnicos. Al final, el M23 está conformado en su mayoría por militantes de etnia tutsi, mientras el FDLR (Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda) lo compone una mayoría hutu. Willy Ngoma acusa a su vez al FDLR de haber contribuido en el genocidio ruandés de 1994 e insinúa que pagan un impuesto al Gobierno congoleño a cambio de su presencia en el este del país. Esta acusación procede del hecho de que, desde 1998, los grupos hutus asentados en el este de República Democrática del Congo han sido considerados por el Gobierno congoleño como un valioso aliado para hacer frente a los elementos tutsi que participan en diversos grupos armados, entre los que se encuentra el M23.

La dificultad de encontrar una verdad

Existen una serie de factores a la hora de explicar esta versatilidad de versiones. La primera apunta a la falta de acceso a las zonas en conflicto de RDC. Kishishe se encuentra ubicada a 100 kilómetros al norte de la ciudad de Goma, muy próxima a la frontera ruandesa. Se trata de una zona montañosa y harto aislada de los organismos capaces de arrojar algo de luz a lo ocurrido, en parte debido a su situación demográfica, en parte debido a la fuerte presencia de grupos armados que proliferan por la zona. La segunda razón, bien conocida por aquellos que han vivido de primera mano situaciones de violencia, radica en la dificultad a la hora de identificar a los agresores durante el caos que se genera. Los combatientes de los diferentes grupos africanos generalmente utilizan una lengua franca para comunicarse y evitar ser identificados. A esto se suma la inexistencia de identificativos en los uniformes de uno u otro grupo guerrillero, de médicos forenses para determinar quién murió de qué, de investigadores capaces de esclarecer si los fallecidos eran civiles o si pertenecían a grupos armados…

La tercera razón es el único hecho en el que coinciden todos los agentes implicados, incluyendo el M23. Reúne las dos causas anteriores. Esta no sería otra que la falta de interés de la comunidad internacional acerca de los sucesos que acontecen casi a diario en esta esquina del mundo, sin otra vuelta de hoja. Parafraseando a Julián Gómez-Cambronero, autor del libro ¿A quién le importa el Congo?: “Con todo lo visto y leído, para mí lo de Kishishe se resume en un cruel "entre todos la mataron y ella sola se murió" aderezado con la ignominia de la indiferencia internacional".