Internacional

El derribo del boeing 737 arrastra a Irán a una doble crisis

Los universitarios iraníes desafían por tercer día consecutivo al régimen y salen a la calle para exigir justicia y clamar contra Jamenei, al que tachan de «asesino». Teherán detiene al embajador británico por acudir a una vigilia «ilegal»

Ni una semana. Este es tiempo que le han durado al régimen de Irán las inusuales muestras de unidad popular exhibidas tras el asesinato del general Qasem Suleimani, después de que desde el sábado se vivan nuevas protestas en el país siguiendo la admisión de Teherán de que derribó el avión ucraniano con 176 personas a bordo. Todo un revés que amenaza con convertir la tragedia en una crisis para el régimen tanto dentro como fuera de sus fronteras

Durante las manifestaciones, que están teniendo lugar en Teherán y también en otras grandes ciudades del país, los iraníes expresan su tristeza y su rabia por la tragedia y la gestión de las autoridades, que habían negado durante tres días encontrarse detrás del incidente. En algunos vídeos de las protestas se pueden observar grupos de personas gritando que el líder supremo iraní, el ayatolá Ali Jamenei, es un «asesino», evidenciando así la renovada crisis de legitimidad a la que se enfrenta la clase dirigente de la República Islámica.

Las expresiones de rechazo se producen solo cuatro días después de concluir el funeral de Suleimani, asesinado en un bombardeo de Estados Unidos en Bagdad el viernes previo. Durante la larga ceremonia, millones de iraníes salieron a la calle para ofrecer su último adiós al popular general y prometer vengar su muerte, dejando unas estampas de unidad difíciles de ver en Irán, y que ahora ya parecen haberse evaporado.

En Teherán, las primeras protestas estallaron el sábado después de que una ceremonia en memoria de los fallecidos en el siniestro aéreo deviniera en una manifestación contra los líderes del régimen que fue finalmente dispersada por la Policía, según la agencia AP. En vista de que se pudieran volver a repetir concentraciones similares al día siguiente, ayer la capital iraní se despertó con un fuerte despliegue policial, que aun así no pudo evitar que centenares de estudiantes se congregaron en al menos dos universidades de la capital antes de dispersarse de forma pacífica, de acuerdo con la agencia semioficial iraní ISNA.

Las muestras de rabia expresadas en Irán durante los últimos dos días llegan además después de que la decisión del Gobierno de aumentar los precios del carburante desatase en noviembre una ola de masivas manifestaciones antigubernamentales que fueron brutalmente reprimidas por el régimen.

Más allá de las calles, las críticas a los líderes iraníes por su gestión de la tragedia aérea también han provenido de dentro del régimen. En este sentido, varias figuras del ala dura han cuestionado incluso las competencias del Ejército y su decisión de engañar al público, según informó Reuters.

La renovada crisis que afronta Irán estalla apenas un mes antes de que el país celebre elecciones parlamentarias, a las que el sector conservador del régimen parecía llegar con ventaja –más aún tras el asesinato de Suleimani– pero que ahora se podrían ver singularmente deslucidas por una baja participación que cuestionaría más su legitimidad.

Imagen exterior deteriorada

Por si contener la ira interna no fuera suficiente, la imagen de Teherán también se ha visto afectada fuera del país, donde la comprensión que había despertado durante la escalada de tensión con Washington ha dado paso a duras críticas por su gestión de la tragedia.

Uno de los episodios más tensos en este sentido se produjo después de que la Policía iraní detuviera brevemente al embajador de Reino Unido en el país, Rob Macaire, que aseguró que había acudido a una vigilia en recuerdo a los fallecidos de la aeronave siniestrada que acabó derivando en una protesta. Las autoridades locales, en cambio, le acusaron de haber acudido de forma inapropiada a una protesta ilegal.

Añadiendo aún más leña al fuego, la Administración de Donald Trump intentó sacar a su turno partido a las protestas. A golpe de tuit, el inquilino de la Casa Blanca expresó su apoyo a los manifestantes iraníes, instó a las autoridades a no «matarles», y les alertó de que Washington y el mundo «están mirando». Su secretario de Estado, Mike Pompeo, y el secretario de Defensa, Mark Esper, también se hicieron eco de las protestas y las usaron para seguir presionando al país, sobre el que aplican draconianas sanciones económicas.

Paralelamente, durante la jornada de ayer se siguieron amontonando nuevas dudas y contradicciones alrededor de la nueva versión ofrecida el sábado por Teherán acerca de la desgracia aérea. Así, el Ejército iraní alegó inicialmente que la aeronave siniestrada fue abatida porque había realizado un giro inesperado poco después de alzar el vuelo que la situó cerca de una base militar sensible. Los ucranianos, sin embargo, negaron desde un primer momento la información, y forzaron a la Guardia Revolucionaria a rectificar de nuevo y admitir que el avión no cometió ningún error.

Asimismo, Kiev también aseguró ayer que la tripulación del aparato había mantenido un contacto normal por radio con la torre de vigilancia del aeropuerto –algo negado al principio por Teherán–, y criticaron a Irán por haber permitido que los vuelos comerciales operaran con normalidad a pesar de la situación de alerta en la que se encontraba el país y por haber entorpecido luego la investigación.