Brexit
La revolución conservadora de Boris Johnson
El «premier» se dispone a cambiar las reglas del juego para consolidar el nuevo mapa político británico. Quiere fidelizar el voto obrero euroescéptico y afianzar la hegemonía «tory»
Boris Johnson siempre se ha vendido al mejor postor. Su ambición no tiene límites y desde sus tiempos universitarios en Oxford -donde ya se presentó por varios partidos políticos hasta conseguir ser elegido como presidente del prestigioso sindicato de estudiantes- ha ido cambiando de discurso e ideales con tal de conseguir su gran propósito: mudarse a Downing Street. La gran incógnita es cómo va a comportarse ahora convertido en primer ministro y arropado por una aplastante mayoría absoluta que le permite modelar a su gusto tanto al Partido Conservador como al propio Reino Unido.
Su gran promesa cuando se presentó a las urnas fue la de ejecutar el Brexit. Pero hay vida más allá del histórico divorcio y, una vez el país abandone el bloque, Johnson se enfrentará a la difícil tarea de gobernar.
En cualquier caso, más que la «era Boris», los británicos serán testigos de la «era Dominic Cummings» porque, al fin y al cabo, es el excéntrico asesor del primer ministro quien maneja los hilos del Número 10. Al igual que hizo durante su exitosa etapa al frente de la alcaldía de Londres entre 2008 y 2016, Johnson es la imagen pública del cargo, pero, de puertas para dentro, delega mucho sus funciones y se deja aconsejar por su potente equipo de estrategas. Y en este sentido, Cummings es el que lleva la batuta y ahora está dispuesto a cambiar las reglas de la política.
La «era Cummings» comenzará oficialmente en febrero, cuando está previsto una reestructuración completa del Gabinete, una vez el Reino Unido haya salido ya oficialmente del bloque. Aunque a efectos prácticos todo será igual hasta finales de 2020, periodo de transición en el que Londres y Bruselas deben ahora negociar las futuras relaciones.
Con todo, su plan es más a largo plazo. Y para ello, está reclutando a un ejército de «raros» e «inadaptados» para trabajar en el Número 10. El peculiar anuncio de empleo publicado en su blog personal -nada de canales oficiales, muy típico en él- pide literalmente «verdaderos comodines» y «personas que hayan luchado por salir de un terrible infierno», en lugar de «embaucadores» de «Oxbridge sin experiencia en el mundo real». El término alude a los licenciados en las elitistas universidades de Oxford y Cambridge, donde, por cierto, estudió Johnson.
Según explica Cummings en su blog, está furioso por la forma en que la política «premia la conformidad sobre el disenso, la adulación sobre la verdad y la ambición sobre el coraje». En este sentido, considera que las lecciones de los «megaproyectos» exitosos, como el alunizaje del Apolo se están ignorando porque los funcionarios están incentivados para jugar «políticas de oficina» en lugar de cambiar el mundo.
El nerviosismo en el «Civil Service» (cuerpo de funcionarios) es más que entendible. Ya en 2013 -cuando el estratega trabajó para el euroescéptico Michael Gove-, los trabajadores de Whitehall -donde se encuentran los ministerios- acabaron presentando una queja formal por su «cultura agresiva e intimidante».
El objetivo del excéntrico asesor es funcionar ahora con reuniones al «estilo Cobra» -gabinete que se activa ahora sólo en caso de emergencias- para impulsar la agenda conservadora de Johnson y, en definitiva, pedir cuentas a ministros y funcionarios.
La medida significaría la eliminación de muchos comités del Gabinete en los que tradicionalmente se han tomado decisiones y que ahora serían reemplazados por grupos en los que ministros, funcionarios y asesores de todos los departamentos trabajaran juntos en proyectos específicos, sobre todo, para fidelizar al votante laborista.
El «efecto Brexit» hizo que muchos de los que hasta ahora habían sido bastiones laboristas del «Muro Rojo» del norte de Inglaterra votaran por los conservadores. En algunos casos, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial. Si Cummings consiguiera ahora fidelizar a estos votantes en los próximas elecciones generales previstas para 2024, sería toda una auténtica proeza.
En cualquier caso, el primer ministro ha puesto algún que otro límite al estratega. En su obsesión de operar Downing Street al estilo misión la NASA, Cummings quería mover el despacho del líder tory del Número 10 al Número 12, con salas mucho más grandes. Ambos edificios están conectados internamente. Lo cierto es que no es algo tan novedosos. El ex primer ministro laborista Gordon Brown movió ya allí su base de operaciones cuando moribundo políticamente quiso salvar su carrera antes de las elecciones de 2010. Sin embargo, a eso sí que Boris Johnson se ha negado en rotundo. Toda su vida había soñado con llegar al despacho del Número 10 y ahora no está dispuesto a mudarse a otro edificio. Si su asesor quiere cambiar las reglas de la política y consolidar un nuevo mapa político británico con la hegemonia conservadora, tendrá que ser desde la oficina de la residencia oficial con la que siempre había soñado.
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