Asia

India

Escenas dantescas del confinamiento en India

La Policía apalea a los infractores y los pobres piden comida en las casas pudientes

Las primeras 24 horas del mayor confinamiento que se ha ejecutado en la historia de la humanidad han evidenciado una realidad palmaria: ni el sistema, ni la población están preparados para que 1.300 millones de personas queden confinadas en sus casas. Si la incertidumbre genera una sensación de vacío en la ciudadanía de los países mejor estructurados, en India esa inquietud muta en un miedo atroz que no entiende de castas y que se expande sin freno bajo un halo de desprotección absoluta. La desinformación convive con una violencia policial instantánea contra todo aquel -y aquella- que ose desafiar el mandato del primer ministro, Narendra Modi, que ha prohibido a su gente a salir de casa durante 21 días.

Esta abrupta e inesperada parálisis de la nación ha generado una sensación de caos y de confusión ante el desconocimiento de si se puede realizar algo tan básico como adquirir comida o medicamentos. Las personas que salen a comprar son aporreadas o abofeteadas, incluso obligadas a cumplir con un castigo tan peculiar como hacer flexiones o sentadillas. La escena de ciudadanos haciendo ejercicios forzados en mitad de la calle bajo la mirada de las autoridades goza de un surrealismo solo superado por policías demasiado entusiastas con su trabajo que piensan que paralizar cadenas de suministros de productos de primera necesidad es honrar a la norma. En la práctica, la implementación de este confinamiento sin garantías es la viva imagen de la descoordinación, del desconcierto y de un pánico que nada tiene que ver con lo visto en otros países que también están tomando medidas contra la pandemia del Covid-19.

El aislamiento masivo que está viviendo India se ha producido sin que el Gobierno de Modi haya delineado un paquete financiero para proteger a las clases más desfavorecidas de un país que tiene entre un 17 y un 22 por ciento de pobres. Aquellos que subsisten de los salarios diarios, e incluso millones de agricultores y ganaderos, desconocen cómo van a lidiar con esta nueva realidad. Hasta el momento, la alternativa que el máximo mandatario indio ha ideado es la de instar a los más pudientes a que apadrinen a nueve familias necesitadas con el fin de ayudarles a superar estas tres semanas de bloqueo.

Las primeras escenas desde el comienzo del aislamiento que algunos ciudadanos indios describen en medios de comunicación locales e internacionales son dantescas. Tal y como ha descrito el escritor ubicado en Nueva Delhi, Pragya Tiwari, “fuera de los límites de la ciudad, la leche y las verduras están siendo arrojadas desde camiones varados, mientras que en las grandes urbes, grupos de hombres furiosos asaltan a los vendedores de verduras. Hay informes de policías que solicitan sobornos para permitir el movimiento necesario y el quebrantamiento de la ley y el orden en algunas partes del país. Si esto continúa, la confianza en las instituciones, y entre los ciudadanos se verá afectada. Nunca antes el destino de todos los seres humanos había tenido tanta interrelación de una manera tan desesperada, y sin embargo, parece que nos han colocado en un mundo irreconocible donde cada persona se verá obligada a valerse por sí misma”, agregó a “The New York Times”.

Gente discutiendo por medicamentos, mendigos que antes pedían en los semáforos y que ahora han invadido urbanizaciones privadas para aporrear en las puertas de los hogares exigiendo comida, personas mayores separadas de sus hijos que se preguntan qué será de ellos, una disminución en la compra de periódicos por el rumor de que el virus permanece más tiempo en el papel, periodistas agredidos por “incumplir” el confinamiento, ricos que hacen acopio masivo de productos sin pensar en el impacto que ello tendrá en los más pobres o propietarios de tiendas de alimentación golpeados por tenerlas abiertas. Las escenas en India evidencian los primeros compases del caos que podría ir en aumento en una sociedad donde los sectores no estructurados (puestos callejeros, menudeo, mercados improvisados etc) suponen entre un 65 y un 70 por ciento de la economía del país. Esto, sin una estrategia gubernamental clara, deja a millones de personas a merced de su propia suerte en un ambiente insalubre y donde familias numerosas conviven hacinadas en espacios ínfimos.

El racismo y los prejuicios también están pasando factura. En el noreste del país, algunos grupos están amenazando y abusando de una población que es similar a la raza china. Les acusan de haber propagado el virus mientras les instigan y condenan al ostracismo, algo que, incomprensiblemente, también está sucediendo con los médicos. El temor a que hayan contraído el Covid-19 ha provocado que sean expulsados indiscriminadamente de complejos de viviendas en la que es una de las estampas más incomprensibles de un país especialmente vulnerable, donde tan solo hay un médico por cada 10.189 habitantes y una cama de hospital por cada 2.000 personas.