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Estados Unidos

Convención demócrata: La noche de Kamala fue la noche de Obama

También la noche de las mujeres. Una cuestión decisiva para un partido que tiene 90 de las 105 mujeres en el Congreso.

La noche de Kamala Harris era, entre otras cosas, la de su consagración. También la noche de las mujeres. Una cuestión decisiva para un partido que tiene 90 de las 105 mujeres en el Congreso. Más todavía en el ambiente cultural del #MeToo. Lo recalcó Nancy Pelosi, presidente de la cámara, peso pesado del partido y uno de sus únicos enganches victoriosos en los tiempos de confusión tras la victoria de Donald Trump en 2016.

Varias veces a lo largo de la noche se mencionó la Violence Against Women Act (VAWA), la ley que Joe Biden y Orrin Hatch sacaron adelante en 1994. Hatch estuvo en el Senado 42 años, el senador republicano que más tiempo retuvo su escaño, y su recuerdo, y el de VAWA, servía para enlazar con el otro gran asunto de esta convención: la facilidad de Biden para trabajar con sus teóricos rivales, demostrada una y otra vez a lo largo de los años. Una disposición que en un clima tan visceral como el de la política estadounidense contemporánea ha propiciado que el sector woke de los demócratas desconfíe del candidato. Igual que en su día receló de Hillary Clinton, que ayer estuvo bastante más accesible que en otras ocasiones.

La que fuera candidata en 2016 recordó que en aquella campaña Trump preguntó a los votantes qué había que perder si salía elegido. Un mensaje que ha repetido de forma literal durante lo peor de la pandemia de Covid-19, sólo que ahora refiriéndose a posibles remedios. Pero nada, ni siquiera la intervención de Elizabeth Warren desde una escuela, resonó con la convicción que desplegó Barack Obama. Acusado durante toda su carrera de tender a lo excesivamente racional, tachado de cerebral y frío, de calculador e intelectual, el ex presidente habló de su amigo y explicó que el país navega aguas desconocidas. Con un presidente que científicos sociales tan reconocidos como Steven Levitsky y Daniel Ziblatt sostienen que reúne muchas de las cualidades que distinguían a soldados de fortuna como Charles Lindbergh. Obama explicó que por supuesto no esperaba que su sucesor quisiera mantener su legado. No tiene por qué. Al mismo tiempo sí creyó que mostraría un cierto interés por el cargo. Algo de respeto por el Despacho Oval. Lo había cuestionado John Bolton, entrevistado por La Razón hace unos días. «Donald Trump no ha crecido en el trabajo porque no puede», dijo Obama, «Y las consecuencias de ese fracaso son graves. 170.000 estadounidenses muertos. Millones de puestos de trabajo perdidos mientras que los que están en la cima reciben más que nunca. Nuestros peores impulsos se desataron, nuestra orgullosa reputación en todo el mundo está gravemente disminuida y nuestras instituciones democráticas amenazadas como nunca».

Obama insistió en que para Trump no hay principios, ni objetivos, ni otro deseo que lograr el aplauso inmediato. Trata la Casa Blanca como si fuera un programa de televisión. Mantuvo la línea delimitada antes por Clinton y Warren. La democracia, en riesgo; el sistema, horadado por alguien que no respeta las garantías. Más que el retrato de un rival, la alocución del ex presidente, una de las más duras de su carrera, fue el aguafuerte de un narcisista. «No ha mostrado interés en el trabajo», exclamó, «ningún interés en encontrar puntos en común, ningún interés en usar el asombroso poder de su oficina para ayudar a nadie más que a sí mismo y a sus amigos; ningún interés en tratar la presidencia como algo más que un reality show más que le reporte la atención que ansía».

Poco después llegó Kamala Harris. Aceptó su candidatura en un escenario sin apenas público, en una cruda ilustración de los extraños tiempos de la pandemia. Nerviosa durante los primeros compases, poco a poco más convencida, mostró, o intentó mostrar, su lado más cálido. Su conexión con los problemas de la gente común. Kamala, antes que política, fue fiscal. Un oficio que marcó su carrera pública y que le acarreó el desdén de cierta progresía. Los asesores le habrían aconsejado que no hable demasiado de política. Harris remató el acto con el matrimonio Biden y su propio esposo en el escenario. Las dos parejas situadas a varios metros de distancia. Nadie para aplaudir y vitorear más allá de las pantallas con los seguidores en otros lugares de EE.UU. Era su noche. La noche de Kamala. Pero todos la recordarán por el demoledor discurso de Obama.

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