Iberoamérica

La reforma constitucional divide a Chile a un mes del referéndum

Piñera y los grandes partidos ven en la sustitución de la Carta Magna heredada de Pinochet una vía para superar el malestar social

Una mujer con mascarilla participa en una manifestación llamada "banderazo por el Apruebo" en Santiago de Chile
Una mujer con mascarilla participa en una manifestación llamada "banderazo por el Apruebo" en Santiago de ChileELVIS GONZALEZAgencia EFE

Solo el coronavirus ha dado tregua al convulsionado ambiente político y social que se vive en Chile desde el 18 de octubre de 2019. Desde entonces los movimientos sociales tomaron las calles de casi todo el país para exigir cambios en salud, educación, pensiones y una nueva Carta Magna.

Marchas pacíficas, protestas de género, saqueos y crudos enfrentamientos entre las policías e infiltrados violentos que sembraron el caos y el miedo entre la población fueron parte del escenario. El presidente chileno, Sebastián Piñera, decretó el estado de emergencia en algunas provincias, lo que obligó a los militares a salir a las calles.

Todo esto dio pie a que la clase política se hiciera cargo de lo que estaba pasando y se instalara en la ciudadanía el debate. El 19 de noviembre, a casi un mes del llamado “estallido social”, la mayoría de los partidos políticos, tanto oficialistas como de oposición, excepto el Partido Comunista, llegaron a un histórico pacto bautizado como "Acuerdo por la paz social y nueva Constitución”.

Pero, ¿en qué consiste? En llevar a cabo una consulta ciudadana mediante un plebiscito para que sean los mismos chilenos quienes decidan si quieren o no una nueva Constitución.

El 26 de abril de 2020 era la fecha que todos esperaban, pero a causa de la covid-19 los planes cambiaron y ahora será el 25 de octubre cuando a los chilenos se les preguntará: “¿Quiere una nueva Constitución?” Independiente a lo que el elector haya decidido, se le entregará una segunda papeleta donde se le preguntará qué órgano debiese redactar esta nueva Carta Magna. Aquí las alternativas vuelven a ser dos: Convención Mixta Constitucional, compuesta por un 50% de parlamentarios y un 50% por ciudadanos elegidos exclusivamente para este fin o una Convención Constitucional, cuyos integrantes serán completamente elegidos entre los mismos ciudadanos.

Si gana la opción del “sí” se convocará a una nueva elección para elegir a los miembros de la convención. Por otra parte, si gana la opción del “no" seguirá vigente Constitución.

Los que aprueban y los que rechazan

Para muchos el solo hecho de sentarse a conversar del tema es un avance, ya que esta posible nueva Constitución busca reemplazar la de 1980, heredada bajo el régimen militar de Augusto Pinochet, pero a la cual se le han realizado cambios, pese a ser uno de los principales motivos de insatisfacción social.

El diputado del Partido Socialista (PS) Jaime Naranjo, quien votará a favor, asegura que "tenemos una Constitución obsoleta, de origen inadecuado, que es insostenible de mantener en el tiempo. Con todo lo que pasó el año pasado y la lucha por los derechos sociales debíamos resolver el problema”.

El debate político y ciudadano se ha intensificado durante los últimos meses. Están los que aprueban abiertamente que se trabaje en una nueva Constitución y quienes están en contra de hacer “borrón y cuenta nueva”. Incluso férreos representantes de la derecha chilena, que han sido partidarios de Augusto Pinochet, han admitido que votarán a favor.

El “no” es la opción que defiende el diputado del Partido Unión Demócrata Independiente (UDI) Guillermo Ramírez, quien propone “rechazar para reformar”, ya que destaca que la actual Constitución de Chile ha propiciado la mayor estabilidad política y el mayor desarrollo social y económico en su historia. “Los promotores de la nueva Constitución han prometido el paraíso en la Tierra, confundiendo a los chilenos. Las pensiones, la educación o la salud no se mejoran en la Constitución, sino en las leyes que tratan sobre esas materias. En segundo lugar, porque los países serios lo que hacen es construir sobre lo que tienen, manteniendo lo bueno y cambiando lo malo”, asegura.

Desde el lado contrario, la senadora del Partido Demócrata Cristiano (PDC) Carolina Goic comenta que el estallido social dejó en evidencia una insatisfacción profunda en Chile que nadie había advertido y de ahí “surgió como salida a la crisis la propuesta de una nueva Constitución”.

La legisladora afirma que “la única posibilidad que tiene Chile de mirar al futuro en paz, es mediante un pacto social expresado en una nueva Constitución que dé cuenta de la diversidad de la sociedad que hemos construido, de sus demandas por mayor igualdad, de respeto a las minorías y de fin a los abusos. Solo a partir de este proceso democrático y participativo podremos emprender los enormes desafíos del siglo XXI que ya no responden a la lógica binaria de izquierda y derecha”.

“No estamos dispuestos a jugar con las expectativas de la gente”, así de tajante es el Diputado de Renovación Nacional (RN) Diego Schalper, quien va por la opción del “no”. El parlamentario comenta que "no creemos que una nueva Constitución sea el camino para resolver los problemas en Chile, ya que creemos que esta es la perfecta excusa para que la clase política se mantenga dos años y medio discutiendo sobre cosas que no le van a resolver los problemas a la gente y finalmente es una manera que tenemos de revelarnos frente a una lógica refundacional del todo o nada. Vamos a empezar a caer en lógicas de países vecinos con los resultados perniciosos que ya conocemos”.

El referéndum es tema de conversación obligado. Y una cosa es segura, a un mes de la votación, las opiniones están cada vez más polarizadas. Partió la cuenta regresiva.