Venezuela
Guaidó, pendiente del apoyo exterior
Los resultados en las elecciones legislativas que favorecieron a Maduro y a su partido profundizan la crisis política que vive Venezuela
Venezuela recupera visibilidad en estos días. Unas elecciones fraudulentas celebradas el 6 de diciembre y una consulta popular impulsada por el gobierno interino que lidera Juan Guaidó, ponen el foco en la crisis y el drama venezolano. Sin embargo, el reflector nos reafirma más novedades negativas que positivas para la agenda de libertad y democracia que por años se ha venido construyendo.
En primer lugar, las elecciones legislativas reiteran el carácter gansteril del actual régimen chavista. Los resultados que favorecieron a Nicolás Maduro y a su partido, lejos de sorprendernos, profundizan la crisis política y, en consecuencia, la creciente crisis económica y social para el 2021. Así mismo, refuerzan el aislamiento de Venezuela ante una comunidad internacional que espera una mayor movilización interna en contra de los que hoy usurpan el poder.
En segundo lugar, la convocatoria a una consulta popular que confirmaría la voluntad firme de la mayoría de los venezolanos que desean terminar con la pesadilla del socialismo del s. XXI, intenta ser un motor para la movilización. Tal y como lo declarara Leopoldo López días atrás, lo que viene para Venezuela el próximo año es «calle, movilización y presión internacional».
Bajo este panorama, Venezuela es hoy un «barco a la deriva». Por lo pronto, no parece existir una hoja de ruta clara para el próximo año más allá de lo táctico que vociferan los representantes del gobierno interino. A juzgar por lo ocurrido durante todo este 2020, los líderes que pretenden un cambio parecen cada vez más atados de manos y con una posibilidad limitada de maniobra.
¿Qué pasará con Juan Guaidó a partir del 5 de enero con la instalación de una nueva Asamblea Nacional de mayoría chavista? Su legitimidad dependerá, casi únicamente, de la comunidad internacional. Incluso, ese podría ser el único salvavidas que lo salve de entrar en prisión, que le evite terminar en una mazmorra de la tiranía. En reiteradas ocasiones, Guaidó ha afirmado que no se irá de Venezuela y que no está planteada la instalación de un gobierno desde el exilio. Habría que esperar a enero y ver si dicha afirmación resulta cierta.
Un sentimiento de orfandad de liderazgo político invade hoy a la mayoría de los venezolanos. En este sentido, pareciera que el peor enemigo de Guaidó ya no es tanto Maduro, sino el tiempo que no termina por arrojar una solución definitiva. Ergo, la alternativa de fuerza resulta entre la población el remedio más atractivo para acabar con la pesadilla. La solución pacífica se desdibuja y rebosa en desperdicio.
Resulta imprescindible en el corto plazo un «buen golpe de timón» a lo interno de la oposición. Es necesario el factor sorpresa y un cambio de rumbo que permita despertar a los venezolanos de la anestesia totalitaria a la que han sido sometidos. De lo contrario, el chavismo seguirá, paso a paso, consolidando el régimen de terror y miedo que ya le es natural.
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