EE UU

Biden desmantelará las duras políticas migratorias de Trump

El presidente enviará al Congreso en sus primeros 100 días una ley para regularizar a once millones de indocumentados y dar la residencia inmediata a los «dreamers»

El presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, a la salida de la iglesia de Saint Joseph, en Wilmington (Delaware)
El presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, a la salida de la iglesia de Saint Joseph, en Wilmington (Delaware)LA RAZÓNAgencia AP

El próximo miércoles 20 de enero tendrá lugar la investidura del 46º presidente de Estados Unidos y, con él, una nueva política y forma de gobernar. Joe Biden ha ido adelantando algunas de las prioridades de su mandato, empezando por “unificar” al país y hacer que Estados Unidos “sea respetado en todo el mundo de nuevo”, según las propias palabras del demócrata.

Pero heredar el legado de Trump no será tarea fácil para Biden. Se espera que el giro en la política estadounidense sea radical, por lo que algunas de la decisiones más importantes se tomarán paso a paso. Otras no.

Volver a formar parte del acuerdo de París sobre cambio climático, impulsar nuevas reforzar migratorias y suspender la restricción de viajes de ciudadanos procedentes de países musulmanes serán algunas de esas primeras decisiones de Biden, que ya ha tomado y que pondrá en marcha, sin demora, durante sus primeros días en la Casa Blanca.

Biden quiere, además, volver a formar parte del acuerdo nuclear con Irán siempre y cuando el país persa dé marcha atrás con sus amenazas y respete los límites con EEUU. El líder demócrata también tiene intenciones de prorrogar cinco años más el único tratado de armas nucleares que todavía sigue vigente con Rusia. Aunque, con Moscú, Biden tiene otra cuenta pendiente: hacerle “pagar el precio” de la injerencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016 contra Hillary Clinton y a favor del candidato republicano.

Los demócratas intentarán reforzar con sus aliados en el extranjero la confianza en EE UU tomando algunas acciones simbólicas de gran trascendencia, como cambiar el rumbo de su relación con la OTAN, después de cuatro años de continuas tensiones con Trump, quien amenazó con retirarse de la alianza desde su primer día de mandato.

Pero, sin duda, uno de los temas fundamentales que supone el cambio más drástico en la manera de gobernar será el de la inmigración. La política migratoria demócrata dista años luz de sus rivales conservadores, pero esas diferencias ha sido especialmente notorias con Trump en la Casa Blanca.

Desde su promesa electoral de construir el muro fronterizo con México para evitar la entrada de inmigrantes ilegales, el magnate supo utilizar como exitosa herramienta electoral la amenaza de una supuesta crisis migratoria para tomar otras medidas sin precedentes y no exentas de polémica. Ahora Biden revertirá por completo esa política agresiva dando paso, de manera inmediata, a un nuevo plan pionero de reforma migratoria.

Plan que promete legalizar a los cerca de 11 millones de indocumentados que, se calcula, viven en EEUU. Además, los beneficiarios de los programas DACA y TPS, en su mayoría jóvenes que llegaron siendo niños y desconocen su país de origen y refugiados de guerra o de desastres naturales, tendrían un acceso casi directo a la residencia. Otra de las medidas que tomará Biden desde la Casa Blanca será reunir a los cerca de 600 menores de edad con sus familias, separados en la frontera durante los años de Trump.

Según algunos expertos, habrá otro gran cambio del demócrata: la estrategia con China. Los asesores de Biden le recomiendan mano dura al no subestimar al gigante chino como hicieron con Obama durante sus años en la Casa Blanca, dejando que el presidente Xi Jinping ganara terreno comercial, tecnológico y económico a costa de Estados Unidos.

Al parecer, Biden reciclará parte del equipo de funcionarios de Obama para construir su cúpula de asesores de política exterior. Con ellos habría marcado ya las líneas prioritarias de su gobierno y los plazos de vuelta a negociaciones, encuentros, cumbres y pactos.

Sin olvidar, con todo lo anterior, el panorama actual de emergencia más inmediata. Y es que EE UU se enfrenta, desde hace casi un año, a la mayor crisis racial, sanitaria y económica de su historia reciente.

Con Biden en el poder vendrán nuevas (y mucho más estrictas) restricciones contra el brote de coronavirus, como la obligación de tener que utilizar mascarilla durante sus primeros 100 días de mandato. De manera paralela, la Administración Biden-Harris tiene previsto impulsar un plan de vacunación que arrancará con la promesa de aplicar 100 millones de vacunas contra el covid19 durante ese mismo periodo de tiempo, sus primeros 100 días.

Las diferencias ideológicas entre demócratas y republicanos se han acrecentado durante la presidencia de Donald Trump. También las decisiones políticas de ambos partidos han tomado rumbos muy distintos usando, a menudo, esa discrepancias en clave electoral como armas arrojadizas entre partidos. El tema racial y el abuso policial, junto con la pandemia y la crisis económica, han sido otros claros ejemplos de ello.

El presidente saliente deja atrás un país más dividido que nunca. Casi la mitad del electorado estadounidense se ha movido a la derecha del Partido Republicano, coqueteando con interés con el populismo nacionalista potenciado por Trump.

Entre los grandes desafíos a los que se enfrenta ahora la nueva Administración Biden-Harris, además de la capacidad inmediata de afrontar la pandemia y sus devastadoras consecuencias, está la de encontrar la mejor manera de facilitar la convivencia entre esas distintas mentalidades de una sociedad polarizada.

Desde que Biden se convirtió en presidente electo, el saliente no quiso dejarle una transición fácil ni ordenada. Insistiendo persistentemente en lanzar acusaciones de fraude electoral, Trump tardó casi tres meses en aceptar el fin de su mandato (y lo hizo sólo tras el mortífero ataque al Capitolio).

Biden se vio obligado a denunciar la obstrucción del Departamento de Seguridad Nacional y la falta de información en una de las transiciones más importantes para el gobierno estadounidense. La presidencia que culmina su mandato debe ofrecer a la nueva que comienza información transcendental para el país y facilitar informes de seguridad diarios para afrontar los posibles contratiempos del futuro.

Cada cambio de Administración pone a disposición del nuevo equipo cerca de 4.000 puestos de trabajo y 1.200 de ellos requieren la ratificación del Senado.

Considerado en las filas de su propio partido como un candidato de transición, Joe Biden se ha convertido en el presidente de mayor edad (78 años) en el cargo en toda la historia de EE UU y promete compartir con su equipo de confianza la responsabilidad en la toma de decisiones de su presidencia. Su vicepresidenta Kamala Harris, primera mujer en ocupar el cargo, tendrá un papel muy destacado en la nueva Administración y podría convertirse en 2024, por deseo del propio Biden, en la futura presidenta.