Condenado por tráfico de influencias
Sarkozy marca el camino al Elíseo
La lucha del ex presidente por demostrar su inocencia salpicará a los candidatos presidenciales de 2022
La maraña judicial de Nicolas Sarkozy va a marcar en los próximos meses la agenda política en Francia y con ello, impactará a buen seguro en la próxima precampaña electoral de las presidenciales de 2022. El ex presidente ha prometido no rendirse e «ir hasta el final» para demostrar su inocencia tras la sentencia por corrupción y tráfico de influencias que el lunes lo condenó a tres años de prisión, uno en firme, por el llamado «caso de las escuchas».
La onda expansiva de esta condena promete ser duradera en el tiempo y de ella no se librarán los candidatos que luchen por llegar al Elíseo. Sarkozy, su ataque a las instituciones judiciales y su decisión de llegar hasta el Tribunal de Estrasburgo «si hace falta», van a ser en sí, un tema de campaña sobre el que cada cual tendrá que posicionarse. No hay escapatoria.
«He sentido la injusticia profunda, chocante, que siento por los procedimientos lanzados contra mí desde hace diez años», decía el propio Sarkozy en las páginas de «Le Figaro» tan sólo 48 horas después de haber recibido la condena en lo que parece ya una contraofensiva del ex mandatario que va a dilatarse tanto como tarde en resolverse el recurso ante el Tribunal de Apelación.
Será un intervalo de meses durante los cuales Francia vivirá numerosos movimientos políticos y posicionamientos de cara a 2022 con varios procesos de primarias y candidatos más o menos afines a Sarkozy. Un intervalo en el que se mezclen los tiempos políticos y judiciales y en el que dicha maraña judicial escriba nuevos episodios. El siguiente de ellos está a la vuelta de la esquina porque el día 17 de este mes afronta otro juicio por los gastos de la campaña para la reelección en 2012.
Y además, carga con una imputación por la posible financiación por parte de la Libia de Muamar Gadafi de la campaña de 2012. Toda la carga judicial de Sarkozy, incluida su huida hacia delante para demostrar a todo coste su inocencia, configura un dispositivo explosivo para cualquier candidato de la derecha a sabiendas que hoy por hoy, casi ninguno podría lograr la codiciada nominación sin el beneplácito del gran animal político de la familia conservadora.
¿Qué hacer ante tal encrucijada? Hasta el momento, la mayoría de los pesos pesados del partido han mostrado palabras de apoyo para Sarkozy pero no son pocos los medios franceses que esta semana recogen, siempre «off the record», los temores a no soltar lastre y que esta maraña judicial les condene políticamente a un nuevo fracaso. Y de eso en el partido saben bastante, puesto que aún colea otro fiasco, el de Fillon en 2012, cuando el caso de empleos ficticios de su mujer e hijos determinó la caída del candidato conservador en las presidenciales que ganó Macron y para las que Fillon era claro favorito tan sólo unos meses antes.
Desde entonces, los republicanos no han levantado cabeza. El partido debe hacerse un hueco entre una extrema derecha que intenta presentar una Le Pen más moderada sin discursos rupturistas con Europa, y un macronismo que ha pasado de ser un movimiento con raíces en el centro liberal a ocupar buena parte de la derecha.
Es posible que el final político de Sarkozy se acerque, pero sus seguidores son un codiciado tesoro político, que tanto Le Pen como Macron se disputan. Pero dentro de la familia conservadora ya hay alguien que se ha beneficiado de la caída de Sarko, Edouard Philippe. El ex primer ministro de Macron, callado y retirado de la primera línea en su feudo de Le Havre, ha visto incrementada su popularidad hasta el 74% entre los seguidores del centroderecha según un sondeo de Elabe aparecido este viernes que, por primera vez, lo sitúa delante de Sarkozy.
La conservadora publicación Valeurs Actuelles titulaba elocuentemente: «Philippe, nuevo niño bonito de la derecha». Otros medios galos destacan que, a diferencia de Sarkozy, Philippe conserva una buena imagen también entre los electores de izquierda. Pero, probablemente, ni su carisma ni su influencia.
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