Cumbre del Clima

Estados Unidos lidera la lucha global contra el cambio climático

El presidente, Joe Biden, asume una reducción de emisiones de entre el 50% y el 52% para 2030

Vista de una central eléctrica en Nueva York
Vista de una central eléctrica en Nueva YorkJUSTIN LANEEFE

Lo dijo hace un mes, lo repitió durante toda su campaña y este jueves, en la Cumbre del Clima, volvió a reiterarlo. América está de vuelta. Estados Unidos quiere volver a liderar el concierto de las naciones. Abandonados los cantos aislacionistas, la Casa Blanca aspira a restituir el papel clave de la primera potencia en el damero mundial. Joe Biden, veterano de Washington, quiere traer de vuelta a la política las virtudes y costumbres del multilateralismo que sustituyó a la política de bloques durante la guerra Fría.

En un discurso contundente y sobrio, Biden habló de medidas concretas, básicamente de cortar a la mitad las emisiones que genera su país en 2030. También prometió dinero para ayudar a los países con más dificultades para actuar contra el cambio climático. E insistió en que resulta necesario reconocer las responsabilidades y riesgos de cada nación. Unos problemas que finalmente atañen a todos, pues se trata de un suceso transnacional, que opera en unas magnitudes geográficas y temporales que pulverizan cualquier frontera.

«Los huracanes e incendios forestales no se limitan a las fronteras nacionales», dijo. «La inestabilidad de un país tienen efectos en cadena que se sienten en todas las regiones y en todo el mundo».

En un encuentro plagado de problemas técnicos, insistió en que «hacer frente al cambio climático juntos es más que lo correcto; también lo mejor para todos. Hacer frente a este desafío requerirá movilizar financiamiento a una escala sin precedentes». Entiende Biden que la necesidad de grandes inversiones ha sido reconocida y asumida por el sector privado. Pero no solo se trata de conjurar la amenaza. Las inversiones en tecnología verde pueden actuar como motores económicos y renovadores sistémicos. La operación «presenta una de las mayores oportunidades de creación de empleo de la historia. Ya se están invirtiendo cientos de miles de millones de dólares en todo el mundo cada año, apoyando proyectos para ayudar a construir una economía resiliente con metas de emisiones netas cero».

El presidente de EE UU quiere que las empresas sepan que no están solas y que los países ya no rehúyen las responsabilidades. Explicó que «el sector privado no puede hacer frente a estos desafíos por sí solo», pues «los Gobiernos deben dar un paso al frente y deben liderar». Habló con la convicción de saberse apoyado, pero también de que enfrente, más o menos disimulado, opera el bloque, no monolítico, de China y Rusia. Dos países cada día más dispuestos a entenderse frente a las naciones occidentales, lideradas por los estadounidenses.

E incluso con Moscú y Pekín, a pesar de todos los desencuentros recientes, Biden quiere inaugurar el deshielo. Conversaciones quirúrgicas en todos aquellos asuntos susceptibles de mejorar la colaboración. Empezando por el cambio climático. Las recientes sanciones contra Rusia por el trato inhumano que depara a la oposición política y por los intentos de injerencia en el proceso electoral de 2020, así como los garrotazos económicos a cuenta de las violaciones de los derechos humanos y hasta las acusaciones de genocidio contra las élites del Partido Comunista chino, son compatibles con una serie de rondas de contactos capaces de rescatar el moribundo multilateralismo, abandonado por la administración de Donald Trump.

El contraste con su antecesor no pudo ser más evidente cuando dijo que «todas las naciones deben permanecer juntas en las políticas y también en la inversión pública, ya saben, para invertir en tecnologías innovadoras; para terminar finalmente con los subsidios a los combustibles fósiles; para ayudar a las naciones más vulnerables del mundo y a las que tienen la menor responsabilidad por la crisis climática a hacer frente a los devastadores efectos de la crisis climática; para ayudar a las economías en desarrollo a dar un salto hacia las tecnologías limpias del mañana; movilizar los billones de dólares necesarios para aprovechar al máximo la oportunidad de construir un camino de energía limpia y rico en empleo para alcanzar nuestras metas; para asegurarnos de que nuestra respuesta climática va más allá de la construcción y el desarrollo de nuevos sectores, sino también de la seguridad internacional, la estabilidad regional, la seguridad alimentaria y la equidad racial y de género».

Animados por su ejemplo, o deseosos de demostrar que no piensan quedarse atrás, los líderes de China prometieron reducir sustancialmente su dependencia del carbón, Canadá habló de cortar de forma tajante sus emisiones de gases de efecto invernadero e incluso el Brasil de Jair Bolsonaro defendió su compromiso con un Amazonas que, de momento, no deja de sufrir agresiones. Las grandes palabras de otras ocasiones fueron saludadas con una mezcla de cautela y esperanza.