Un grupo de militares atiende al funeral de Estado del fallecido presidente chadiano Idriss Deby en Yamena

Chad o la metáfora del perpetuo drama africano

La muerte de Idriss Déby, al que sucede su hijo tras 30 años en el poder, evidencia la paradoja de la apuesta de Occidente en general y de Francia en particular por estabilidad a cambio de apuntalar regímenes autoritarios

Hijo de humilde ganadero de los nómadas zaghawa, militar de carrera y combatiente hasta el final, Idriss Déby Itno falleció el pasado 20 de abril a los 68 años víctima de las heridas sufridas en el campo de batalla. Comandaba sus tropas personalmente contra una división de los rebeldes del Frente del Cambio y la Concordia (FACT), que se dirigían a la capital Yamena desde sus bases en Libia. Su fallecimiento se conocía después del anuncio de su reelección –obtuvo más del 79% de los votos en las presidenciales del 11 de abril- para un sexto mandato como presidente de Chad. Había comandado su país, apuntalando su poder en el Ejército, durante 30 años en los que mantuvo a raya a las distintas amenazas rebeldes y yihadistas como Boko Haram o entidades afiliadas a Al Qaeda o el Estado Islámico.

Conflictos en CHAD
Conflictos en CHADTania Nieto

En la mañana del 18 de abril, Idriss Déby viaja en el convoy presidencial hasta el frente de batalla, en Nokou, a cuarenta kilómetros al noreste de Mao. Según la reconstrucción de los hechos del digital The Africa Report, la columna del presidente se acerca a las fuerzas del FACT.

Idriss Déby Itno es herido en la maniobra, por una bala en el pecho, que puede haberle alcanzado un riñón. Es inmediatamente evacuado, mientras las tropas dirigidas por su hijo continúan su ofensiva. El avance rebelde es detenido. Las heridas de Idriss Déby son serias”. El helicóptero que tenía que salvarle la vida llega tarde.

El presidente de Chad, Idriss Deby Itno, en una foto de archivo de 2016
El presidente de Chad, Idriss Deby Itno, en una foto de archivo de 2016Andrew HarnikAP

Idriss Déby cambió su caftán por una capa de seda azul bordada con hojas de roble con hilo de oro. Fue en agosto de 2020, cuando fue elevado al rango de mariscal de Chad. No podría imaginar entonces que apenas ocho meses después encontraría la muerte. En 2008, una rebelión liderada por su sobrino, trató de derrocarle. Quedó a las puertas del palacio presidencial. Francia propuso evacuarlo entonces. Como recuerda France 24, él se negó, jurando mantener el poder o morir con las botas puestas. Como así ha sido finalmente. Estrecho colaborador de las Fuerzas Armadas francesas en sus distintas operaciones en la zona, aliado de Occidente, ha sido campeón de la lucha contra el yihadismo.

Y también dictador al uso. Designó a miembros de su familia o a personas cercanas en puestos clave del Ejército, en el aparato estatal o económico. Especialmente sus últimos años han estado marcados por sus prácticas represivas, así como por sus pobres logros sociales y económicos.

En el poder, por el momento, le sucede su hijo Mahamat Idriss Déby, de 37 años. La Constitución preveía que el poder pasara al presidente del Parlamento, pero lo detenta ya un Consejo militar. Será, en un principio, de manera transitoria pues deberán celebrarse elecciones libres en 18 meses. La oposición, tres decenas de partidos y sindicatos, denuncia el “golpe de Estado institucional” y pide una transición pilotada exclusivamente por civiles. Los rebeldes prometen llegar hasta la capital.

Inestabilidad regional

El deceso de Idriss Déby plantea naturales interrogantes sobre la estabilidad del Estado africano. Y del Sahel, una de las zonas más inestables y peligrosas del continente y el planeta. “La muerte del presidente Idriss Déby corre el riesgo de provocar la inestabilidad política en este país productor de petróleo y en el conjunto de África central, lo cual puede tener consecuencias para el sector petrolero”, advierte la agencia S&P Global. Chad es el décimo productor de crudo de África. El petróleo representa el 40% de los ingresos del Estado y el 20% del PIB, según recoge el semanario Jeune Afrique. Los gastos en seguridad, la crisis económica provocada por la pandemia y los precios del petróleo comprometen, en esta compleja coyuntura, el futuro financiero de Chad.

Un país, Chad, situado en el centro del continente y del Sahel convertido en metáfora del perpetuo drama africano. Un régimen, que hoy aspira a perpetuarse con la llegada al poder del hijo del presidente fallecido, atrapado entre la necesidad de responder eficazmente a las amenazas violentes y avanzar en la senda de los derechos humanos y la democracia. Un trasunto de la cruda dualidad de la apuesta francesa y occidental por regímenes autoritarios a cambio de su apoyo militar. El semanario “The Economist” avisa de este dualismo: “Es cortoplacista. Es el constante aplazamiento de la democracia la que ha llevado a Chad a su lamentable estado actual (…) En lugar de apoyar al próximo dictador, los amigos de Chad deben propiciar conversaciones entre el Gobierno, los rebeldes y, más importante, la oposición civil y la restauración rápida de la Constitución antes de la celebración de elecciones limpias”.

Por ahora las principales potencias evitan pronunciarse abiertamente contra el joven general Mahamat Idriss Déby.

El presidente francés, Emmanuel Macron, pasa junto al hijo del fallecido presidente de Chad, Idriss Déby, el general Mahamat Idriss Deby, durante el funeral de estado celebrado este viernes en Yamena
El presidente francés, Emmanuel Macron, pasa junto al hijo del fallecido presidente de Chad, Idriss Déby, el general Mahamat Idriss Deby, durante el funeral de estado celebrado este viernes en YamenaCHRISTOPHE PETIT TESSON / POOLEFE

Estados Unidos demanda “una transición pacífica y democrática”. Los expertos advierten del polvorín chadiano cuando se combinan crisis económica, pandemia, violaciones de derechos humanos y hartazgo social y sempiternas amenazas armadas y extremistas en el corazón del Sahel.