Análisis

La visión de Von der Leyen

La presidenta de la Comisión Europea sabe que en un mundo bipolar el futuro del club pasa por la Europa de la defensa

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, pronunció este miércoles su segundo discurso del Estado de la Unión. Lo hizo en la sede de Estrasburgo, cerrada durante 20 meses por la pandemia, y con la presencia de periodistas. Dos circunstancias que ilustran los avances europeos en la lucha contra el coronavirus y el regreso paulatino a la vieja normalidad. Von der Leyen presumió de la gestión de la crisis sanitaria. Los avances obtenidos son tangibles y le han permitido ganar autoridad en el hemiciclo.

Tras los fracasos iniciales por el fiasco del contrato con AstraZeneca y la dificultad de pilotar una compra masiva de vacunas (de cara a la próxima pandemia el club debería ser capaz de producir sus propias vacunas para no depender de terceros), la Comisión finalmente ha cumplido sus promesas. Hemos superado el umbral del 70% de la población adulta vacunada. La UE ya no tiene por qué estar avergonzada ante Estados Unidos y Reino Unido, que a principios de año tomaron carrerilla. Diría, en todo caso, que podría ocurrir al revés.

En EE UU la vacunación se ha estancado en el 50% de la población, a pesar de la abundancia de las dosis, y se enfrenta a otro virus igual (o más) tóxico, el de la desinformación. Europa, no obstante, tampoco puede caer en la complacencia. Los índices de vacunación son dispares entre los socios. El porcentaje de adultos con la primera dosis oscila entre el 90 y el 30%. Los países más rezagados pueden convertirse en una bomba sanitaria que explote al resto. La vacunación es una competencia estatal, pero la Comisión puede encontrar fórmulas para promover su avance entre los díscolos. Después de tantos esfuerzos colectivos no podemos permitirnos un retroceso por culpa de unos pocos.

Por otra parte, el plan de estímulo de 750 millones de euros, nacido de una deuda común, se ha puesto en marcha. Las economías más afectadas han empezado a recibir los primeros paquetes de ayudas y se están recuperando antes de lo esperado. La diferencia con la crisis de 2008 –dijo la presidenta– es total. Von der Leyen se atrevió, también, con las cuestiones geoestratégicas. Quiso animar a los Estados a dar pasos ambiciosos para crear un Ejército Europeo.

Ver a una alemana abrazar esta idea tan francesa de la Europa de la Defensa resulta prometedor. París y Berlín no siempre coinciden en las percepciones de amenazas y estrategias militares. A la canciller alemana, Angela Merkel, no le gustó el discurso del presidente francés, Emmanuel Macron, de La Sorbona. Berlín siempre ha considerado que la autonomía estratégica europea choca con la misión de la OTAN. No en vano, veintiún Estados miembros son, a su vez, socios de la Alianza Atlántica. Pero el contexto geopolítico ha cambiado.

Horas después del discurso del Estado de la Unión, EE UU, Reino Unido y Australia anunciaron una alianza para contener la influencia de China en el Pacífico, en la que dejaban fuera a la Unión Europea. Bajo este pacto, Washington suministrará a Canberra ocho submarinos nucleares a cambio de los doce convencionales firmados con París en 2016. Francia pierde un contrato de 31.000 millones de euros. Macron no fue informado de AUKUS hasta unas horas antes de su anuncio. Los franceses han percibido este giro como una «traición» y las relaciones entre los dos aliados se encuentran en su momento más bajo desde 2003, con el «no» de Jacques Chirac a la Guerra de Irak.

Voluntad política

Pero en Europa, la calamitosa salida de Afganistán ya había despertado los deseos de independencia respecto al paraguas de defensa norteamericano. La Unión trabaja en estos momentos en una «primera fuerza de entrada» de 5.000 efectivos que pueda llevar a cabo misiones especiales como garantizar la seguridad en un aeropuerto externo o defender los intereses europeos en escenarios de crisis. El jefe de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell, es un convencido de esta iniciativa que, sin embargo, no concita el consenso entre los Estados miembros. Desde 2007, la UE cuenta con dos «unidades de batalla» de 1.500 soldados, pero no se han puesto en marcha por la falta de unanimidad. En su discurso,

Von der Leyen anunció una cumbre para lanzar el debate institucional que permita la toma de decisiones por mayoría para ser más ágiles. Los pesimistas dudan de que la presidenta de la Comisión, encorsetada en su papel e hipotecada por la estrecha mayoría que le aupó en el cargo, sea la persona adecuada para lanzar un proyecto político de esta envergadura. Pero como dice una frase de un compatriota suyo, el ex canciller Gerhard Schröder: «el elegido es el elegido y una mayoría es una mayoría». Pues eso, ahora toca liderar.