Análisis
Rusia y Occidente, las secuelas de unas duras negociaciones
Nadie sabe qué sucederá próximamente, pero el regusto que dejaron las conversaciones de esta semana es un olor a oportunidades perdidas
Esta semana estuvo marcada por las conversaciones “estratégicas” entre Rusia y Occidente, precedidas por los disturbios que se produjeron en Kazajistán, uno de los aliados postsoviéticos más cercanos de Rusia. No diría que la revuelta que tuvo lugar en el mayor país de Asia Central fuera causada u orquestada por Moscú, y dudo que el envío de tropas a Kazajistán haya afectado significativamente en las conversaciones de Ginebra y Bruselas.
Los primeras conclusiones del primer encuentro diplomático complejo en años parecen bastante importantes porque reflejan un sentido de seguridad muy diferente por parte de todos. Rusia ve la seguridad como un conjunto de “líneas rojas” entre las esferas de influencia, mientras que Occidente considera que la seguridad posee sus raíces en cuestiones relacionadas con el control de armas. Moscú ve un planeta gobernado desde unas pocas capitales a las que todas las demás naciones se encuentran subyugadas, mientras que los países occidentales creen en la soberanía y la autodeterminación.
Rusia ha estado liderando bloques militares que desde 1956 hasta 2022 prefieren invadir a sus propios miembros mientras la OTAN intenta hacer frente a desafíos y peligros externos. Por lo tanto, los desacuerdos eran fáciles de predecir y surgieron tanto en las negociaciones entre Moscú y Washington como entre Rusia y la Alianza.
El principal problema que ensombreció las conversaciones fue, por supuesto, la posición nada discreta de Rusia sobre Ucrania, Georgia y la OTAN. Los políticos de EE UU y Europa tenían razón al decir que no se puede discutir ningún acuerdo de no admisión en la OTAN, pero considero que Moscú tenía una herramienta perfecta que podría usar para cambiar esta situación. Si Rusia garantiza tanto el regreso de Donbass a Ucrania como de Osetia del Sur y Abjasia a Georgia (para que esto suceda Moscú solo tendría que poner fin a su asistencia militar y financiera en estos territorios), los funcionarios tanto en Kiev como en Tiflis aceptarían un estatus neutral oficial por parte de sus países durante, por ejemplo, 50 años sin mucha insistencia por parte de la Alianza.
Sin embargo, el Kremlin -que se guardó muchos ases bajo la manga para jugar contra las antiguas repúblicas soviéticas o sus “socios” de la OTAN- no propuso nada realmente, solo exigió “garantías de seguridad”, lo que parece abominable para un país que posee el arsenal nuclear más grande del mundo y el cuarto ejército más grande del planeta. Por lo tanto, si para evaluar la razón por la cual las negociaciones mostraron pocos resultados, diría que sucedió porque se suponía que los rusos no debían llegar a ningún acuerdo. Moscú perdió una buena oportunidad de “comprar” soluciones en seguridad creíbles mientras dejaba caer el “lastre” que acumuló cuidadosamente durante sus aventuras geopolíticas anteriores. Nadie sabe qué sucederá próximamente, pero el regusto que dejaron las conversaciones de esta semana es un olor a oportunidades perdidas.
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